Ramiro
Guzmán Arteaga
Mario
Vargas Llosa dio en el clavo cuando en su ensayo ‘La civilización del
espectáculo’ señala que hoy los libros frívolos y cargados de banalidades amenazan
seriamente la verdadera cultura y literatura, es decir, a la que es fruto del trabajo
silencioso del intelectual y resistentes
al tiempo y a la crítica. El Premio Nobel de Literatura (2010) se refiere a esos
libros light que invaden los supermercados donde comparten espacio con revistas
dedicadas al escándalo y la chismografía, libros que en los noticieros de
televisión comparten los últimos minutos con modelos, libros cuyos lanzamientos
se hacen en los clubes de la rancia sociedad santafereña, a la que asisten
ex presidentes y reinas, libros que al poco tiempo no los lee nadie y son
olvidados para siempre; en fin, libros flojos, que son flor de un día, que
mueren sin impactar positivamente en la sociedad. Un
ejemplo de esta literatura de mojiganga lo acaba de dar el ex vicepresidente Francisco
Santos al lanzar su libro “Rebelde con causa”. ¡Qué lejos está Francisco Santos
de ser un rebelde con causa! ‘Por mucho que quieran, las gallinas, jamás alcanzarán
las alturas de las águilas’. El ex vicepresidente busca hacerse ver como un político
e intelectual, cuando solo logra el efecto contrario: dejarse ver como un
político demagogo y un autoproclamado y exhibicionista intelectual de poses y
escándalos populacheros, cargado de chistes y chismes flojos. El libro de Santos
es una pésima mezcla de cultura, política y poder, es por eso que Vargas Llosa
considera que ‘la mala política corrompe y degrada la cultura’, y por lo que la
gente piensa que la política es una actividad vil y despreciable. Y para colmos
el prólogo del libro de Santos es escrito por un ex presidente de cuyo nombre no
quiero acordarme.