Los chamanes como líderes indígenas portadores de una sabiduría ancestral deben ser respetados, especialmente en sus comunidades; pero, utilizarlos para que supuestamente cambien los fenómenos naturales, no es más que una desfachatez. Lo digo porque lo ocurrido con el chamán Jorge González, quien se comprometió controlar la lluvia durante el acto de clausura del Mundial Sub-20 a cambio de $3 millones, devela la cohesión que existe en el país entre corrupción y poder; además, queda al descubierto el atraso de Colombia en ciencia y educación.
Es ridículo que en Bogotá, centro del gobierno, la educación, la ciencia y la tecnología, quienes ostentan el poder – educados en las mejores universidades del mundo- sigan creyendo que los fenómenos naturales dependen del querer de un hombre (chamán), cuando la ciencia ha demostrado lo contrario, es decir, que los fenómenos naturales existen independiente del querer, la conciencia y la voluntad de los hombres. El chamán González dice haber evitado la lluvia, pero se queja porque el invierno lo mantiene aislado de la civilización, lo cual es un contrasentido.
A este ritmo los poderosos del país, embestidos de patriarcas otoñales y zares dictatoriales, terminaran por pretender hacernos creer que no somos seres racionales, con pensamiento libre, sino que nuestras vidas están a merced de lo que solo ellos, sus dioses y sus brujos piensen y decidan, lo cual es inaceptable.
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