Por estos días Barranquilla tiene una arraigada vanidad cultural de la cual se siente sobradamente orgullosa. Vive un ambiente infinitamente Caribe. Su carnaval es la fiesta más original del país. Empezando porque se necesita tener un coraje a toda prueba para meterse en un disfraz de monocuco, marimonda, garabato, o congo, y bailar durante horas a más de treinta grados bajo el sol.
Es un carnaval en donde sus habitantes tienen una particular forma de expresar las emociones a través de una filosofía muy Caribe: la “mamadera de gallo”, que es –como diría García Márquez- entrarle a las cosas más serias y fastidiosas sin solemnidad y sin formalismos.
Pero por encima de todo, el carnaval es una clara demostración de convivencia. Parece que por estos días de Guacherna, Batalla de Flores, Gran Parada y festival de Orquestas, las diferencias sociales se olvidan, como si todos fueran en el mismo paseo. Las mujeres con sus polleras de vientos encontrados y hombres que les siguen el paso al son de la cumbia. En lo emocional es una prueba de que como seres humanos podemos vivir en compañía de los demás.
De modo que Barranquilla con su carnaval nos confirma que las fiestas populares son un recurso válido para construir identidad e incidir en forma positiva en la sociedad. Por eso la ciudad se vuelve más más humana y creadora, como si todos en la vida tuvieran el mismo derecho, lo cual nos enseña a ser menos bárbaros.
Excelente profe! que buenas líneas sobre este evento nacional; a veces me pregunto como se hace en B/quilla pa' trabajar con tanto jolgorio..jejeje..
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