Ramiro Guzmán Arteaga
Hay muertes que causan dolor y otras que dan rabia y nos hacen sentir impotentes. En Córdoba los periodistas se están muriendo y en otros casos siendo asesinados o amenazados en medio de la indiferencia de una sociedad atomizada y anestesiada por el poder privado y oficial, que hoy se apoderó de los medios de comunicación con graves consecuencias para la sociedad.
En Córdoba han muerto los periodistas Hugo Miranda Tejada, Orlando Benítez Núñez, Joaquín Cantillo, Luís Guzmán Dumet, Jairo Polo Herrera, y hace dos semanas el colega Roger Olascoaga Maduro. Otros han sido asesinados por cumplir con su deber social o solo para escarmentar al gremio y demostrar ante la sociedad un poder salvaje y siniestro. Son los casos de William Bendeck Olivella, Oswaldo Regino Pérez, Gustavo Rojas Gabalo y Clodomiro Castilla, cuyos crímenes han quedado impunes.
Los periodistas en Córdoba se están muriendo o siendo asesinados, sin contar con un salario digno, sin prestaciones sociales, sin derecho a la cualificación profesional, a la salud ni a una vivienda digna. Frente a esto algunos han optado por sobrevivir de las migajas y otros –no todos- se doblegan ante el chantaje o se exponen al desprecio del poder privado y oficial, lo cual no se justifica. Y lo peor, mediante la amenaza subliminal y el escarmiento se ha diezmado y desarticulado al gremio que hoy está sin poder defender éste, que es, “el oficio más hermoso del mundo”.
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