Del alcalde de Cereté,
Francisco Padilla Petro, se dicen muchas cosas positivas entre las que se
cuentan el haberse puesto al día con los trabajadores del municipio, el haber
girado los recursos a la personería, el haber asumido la vocería de los
algodoneros ante el gobierno nacional, y ahora está que se la juega por
rescatar el Hospital San Diego.
Pero también se cuenta su
particular forma de gobernar, excluyente, sin tener en cuenta las minorías y,
tan dramático, que raya con lo populachero. Además, ha tomado decisiones como
las de prohibir el Festival Nacional de la Cumbiamba, que tenía como soporte
cultural los conjuntos de Pitos y Tambores; y de paso se ha llevado por el
medio el Reinado Popular y Cultural del Algodón; el Festival del Bollo Dulce del
corregimiento de Martínez; el Festival y Reinado Campesino de Rabolargo.
El alcalde se ha olvidado
de transformar reflexivamente la cultura popular a punto que ha afectado comunidades
como las del barrio Venus, cuna de gaiteros y del encuentro de gaitas, donde los
colegios, las fundaciones y corporaciones practicaban al son de pitos y
tambores.
Al parecer en todo esto hay
un asomo de querer imponer una cultura religiosa, lo cual es preocupante si se da con una peligrosa mezcla
de política. De modo que pretender imponer su propia cultura puede conducir al
alcalde hacia el fanatismo político, religioso
y cultural, al peor estilo del fundamentalismo islámico.
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