sábado, 21 de abril de 2012

La cultura de la fe

Ramiro Guzmán Arteaga

Del alcalde de Cereté, Francisco Padilla Petro, se dicen muchas cosas positivas entre las que se cuentan el haberse puesto al día con los trabajadores del municipio, el haber girado los recursos a la personería, el haber asumido la vocería de los algodoneros ante el gobierno nacional, y ahora está que se la juega por rescatar el Hospital San Diego.
Pero también se cuenta su particular forma de gobernar, excluyente, sin tener en cuenta las minorías y, tan dramático, que raya con lo populachero. Además, ha tomado decisiones como las de prohibir el Festival Nacional de la Cumbiamba, que tenía como soporte cultural los conjuntos de Pitos y Tambores; y de paso se ha llevado por el medio el Reinado Popular y Cultural del Algodón; el Festival del Bollo Dulce del corregimiento de Martínez; el Festival y Reinado Campesino de Rabolargo.
El alcalde se ha olvidado de transformar reflexivamente la cultura popular a punto que ha afectado comunidades como las del barrio Venus, cuna de gaiteros y del encuentro de gaitas, donde los colegios, las fundaciones y corporaciones practicaban al son de pitos y tambores.
Al parecer en todo esto hay un asomo de querer imponer una cultura religiosa, lo cual  es preocupante si se da con una peligrosa mezcla de política. De modo que pretender imponer su propia cultura puede conducir al alcalde  hacia el fanatismo político, religioso y cultural, al peor estilo del fundamentalismo islámico.

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