domingo, 27 de octubre de 2013

Don Elías Bechara Zainúm

Ramiro Guzmán Arteaga
Pocas veces suele ocurrir que una persona de la vida pública, aún después de su fallecimiento, logre reunir tanta simpatía y expresiones de agradecimiento a su alrededor, y sin distingos de estrato social ni ideología política. En el departamento de Córdoba conozco dos casos: el de don Rosendo Garcés Cabrales y ahora el de don Elías Bechara Zainúm. El uno conservador de los buenos y el otro un liberal clásico, ambos filántropos y poseedores de una riqueza  social y espiritual resistente a toda prueba.
Se podría pensar que, como cualquier mortal, don Elías Bechara moriría, como en efecto falleció el pasado viernes, que sería sepultado y que todo concluiría para él; sin embargo, como la verdadera existencia de un ser humano se determina por sus obras sociales y las enseñanzas dejadas en la vida, se puede afirmar que sus obras, representadas,  entre muchas otras,  en la fundación de la Universidad de Córdoba y de la Universidad del Sinú, le permitirán elegir el mejor sitio para ser recordado entre el imaginario social y popular, lo cual es un privilegio al que pocos ricos tienen acceso.
Ennoblecer a la humanidad y en especial a los sectores populares a través de la educación fue el objetivo que a don Elías le pareció siempre sumamente importante, por eso puedo decir que esta columna no es escrita por la inspiración de un instante que la realidad pueda destruir, sino el merecido reconocimiento a una persona y a su obra. Por eso también, los beneficiarios de las actuaciones y de las obras de don Elías Bechara Zainúm, sus discípulos y herederos, adquieren el compromiso social de mantener su obra ennoblecedora y legítimamente construida con dignidad. A su esposa doña Saray Castilla y a sus hijos mis sinceras condolencias.

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