jueves, 19 de diciembre de 2013

Álvaro Mendoza: maestro y discípulo

Ramiro Guzmán Arteaga
Ahora que el profesor Álvaro Mendoza Cabrales ha muerto  rodeado de su esposa Margarita Vega, de sus hijos y nietos;  después de acompañarlo a su tumba como él lo solicitó a su hija Claudia, es decir, con un conjunto de caja, guacharaca y acordeón interpretando canciones de Alejandro Durán; ahora que ha descansado merecidamente en paz, él nos ha brindado la oportunidad para recordarlo sin retórica política.
El profesor Álvaro fue un ser humano excepcional que se caracterizó por su fino humor; el amor por la cultura popular, hacia Juana Montes y Alicia Dorada; por su admiración hacia Alejo Durán y Juancho Polo; que quiso a Montería ‘hasta dolerle el alma’; pero también, por su vocación artística aplicada a la gastronomía criolla, pues explicaba una clase para sus estudiantes de artística con la misma rigurosidad y cuidado con el que preparaba un exquisito carnero para las constructivas tertulias con sus amigos.
Él marcó una época de la historia de la educación en Montería. Las generaciones a las que educó, en el colegio Nacional José María Córdoba y la Normal Guillermo Valencia, saben que supo diferenciar entre lo sensato y la insensatez,  la justicia y la injusticia, la paz y la violencia; que era un admirador de la palabra, el diálogo constructivo y la confidencialidad; que era resistente al grito y  la soberbia, al desespero y los abusos de poder. “Ese se cree la mamá de Dios”, decía aludiendo a quienes asumían posiciones dominantes. Era ante todo un hombre urbano, capaz de reconocerse e identificar a las otras personas con la ciudad. Desde el arte fue mucho lo que heredó y enseñó  de sus maestros y condiscípulos de la U. Nacional: Fernando Botero, Alejandro Obregón, Enrique Grau y Antonio Samudio. Paz en su tumba Maestro.

 

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