Los nuevos parques que bordean la Catedral San Jerónimo de Montería (Miguel R. Méndez y Laureano Gómez) no resultan estéticamente ni funcionalmente atractivos. Al gobierno municipal se le olvidó que los parques hacen parte de la cultura ciudadana y son mediadores de la cultura popular, por ser lugares para el intercambio de ideas, y por lo tanto de transformación y convivencia social.
Los dos viejos parques lograban estos propósitos porque resultaban ser punto de encuentro de los ciudadanos. Hacían parte de la formación cultural y colectiva de los monterianos. Allí lustraban los zapatos (Jamás debieron quitar a los emboladores), tomaban café, leían periódicos, y se informaban sobre la vida cotidiana. Los ahora remodelados, son parques incómodos, con jardineras cuadradas que dificultan el desplazamiento. Solo sirven para ver pasar los carros y, lo más grave, no generan diálogo, sentido de pertenencia ni colectividad y por tanto niegan la convivencia.
Los diseños originales no se conservaron y se borró el pasado arquitectónico de la ciudad, cuando se pudo haber conservado combinándolo perfectamente con un diseño contemporáneo y atractivo. Todo esto sucede porque se carece de una participación integral entre el gremio de arquitectos, que puede aportarle muchísimo a la ciudad a nivel urbanístico y arquitectónico, y el gobierno municipal de Montería, empeñado en imponer una ciudad para carros y no para la gente.
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