“Juventud divino tesoro… “(Rubén Darío).
Las marchas que se registraron en el país en contra de la reforma de la Ley 30 por parte de los jóvenes estudiantes es un ejemplo de que en Colombia se puede y se debe salir a protestar pacíficamente por la defensa de derechos fundamentales y amparados constitucionalmente.
Es de mucho sentido y nos emociona que sean precisamente los jóvenes, espontáneamente, sin ser borregos de extremistas, quienes lideraron este movimiento, como lo hicieron con la séptima papeleta (1990) que le dio vida a la nueva Constitución. Importante que la juventud exija cambios, siempre que estas manifestaciones tengan su origen y respaldo en la misma base ciudadana. La protesta fue por preservar la educación pública y de alta calidad. No quieren que la educación llegue a parar a manos privadas como ha sucedido con la salud, y esa es una buena razón.
Pero en el fondo el problema no es solo la educación. Esta es una muestra de que Colombia enfrenta una dura realidad económica, social, política, cultural y ambiental. Las voces reclaman una sociedad más justa y verdaderamente democrática. Salud, educación, respeto por los recursos naturales y todo cuanto pertenece a las presentes y futuras generaciones. El mundo exige un nuevo norte. Y la educación, no asumida como una simple tecnología, sino como la construcción de nuevo pensamiento, es la única oportunidad que nos queda sobre la tierra.
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