El Premio Nobel de Economía 2001 Joseph E. Stiglitz debe haber recibido en su casa de Indiana la
noticia sobre el proceso de renovación de la concesión de Cerro Matoso, pues en
su artículo: “De la maldición a la bendición de los recursos naturales” (El
Espectador agosto 19 de 2012), nos hace unos formidables planteamientos para tener
en cuenta a la hora de negociar con empresas extranjeras.
Es evidente que los gobernantes en Colombia
jamás han hecho buenas negociaciones con las empresas privadas multinacionales,
entre otras porque siempre hay intereses personales que priman sobre los
intereses colectivos. Negociar no es malo, pero hay que hacerlo con
dignidad, haciendo respetar las riquezas de los recursos naturales que son del
pueblo colombiano; además, las ganancias se deben reinvertir en el país para
generar riqueza social y no para alimentar la corrupción y enriquecer a los
poderosos, como actualmente se hace.
En
Colombia, más que el
gobierno, que todo lo regala al capital privado extranjero, es la sociedad la
que debe comprender que todos somos dueño de los recursos naturales.
Negociar sí, pero ¿cómo? Stiglitz nos enseña, por ejemplo, que aún con el “pataleo” de las
multinacionales la negociación debe imponer un impuesto a las ganancias
extraordinarias, es decir, garantizar que, en caso de
que los precios (del níquel en este caso) se disparen, las ganancias
extraordinarias no beneficien únicamente a la empresa BHP Billiton sino al país. Cuando se procede
así las multinacionales se enfurecen y amenazan con irse pero al final se
quedan, de modo que “una renegociación justa puede ser la base de una mejor
relación a largo plazo”. No podemos seguir siendo dependientes ni
económicamente ni mentalmente del capital extranjero.