Ramiro Guzmán Arteaga
El
anuncio esta semana del hallazgo de una nueva especie de homínido en África, que
marca los primeros momentos de la evolución humana, sumado al descubrimiento
del Bosón de Higgs, que confirma el comienzo del universo, tiene con los pelos de punta a los anti
evolucionistas, pues una vez más queda demostrado que el origen del universo y
el hombre no fue tan fácil como soplar y hacer botella.
Sin
embargo, a quienes les conviene que erróneamente se le haya dado el nombre de “Partícula
de Dios”, al “Bosón de Higgs”, es a los “creyentes-evolucionistas”, quienes ahora
tratan de conciliar la ciencia con la fe, pues tienen otro argumento para decir
que esa partícula, también la hizo un ser superior.
Ya
la misma Iglesia reconoce a regañadientes la evolución de la vida y el
universo, el mismo Papa Benedicto XVI ha invitado a poner a Dios en la raíz del
progreso científico para evitar “resultados inquietantes”, es decir, la Iglesia
se acomoda a lo que un día condenó.
Por
eso tiene razón Peter Higgs, el físico brillante y firmemente ateo, para
molestarse con el nombre dado a su partícula
pues hablar de “Partícula de Dios” es darles la oportunidad a los “creyentes-evolucionistas” de solucionar de un
solo plumazo y sin método científico el problema del origen de la vida y el
universo.
De todas maneras se está avanzando pues los
científicos ya no son quemados en la hoguera con la bendición de la Iglesia, y se reconoce
que el hombre proviene de una especie que evolucionó y no del soplo de una bola
de barro como fantásticamente se nos
enseñó en la Historia Sagrada.
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