viernes, 12 de septiembre de 2014

Un caso para investigar


Arteaga Ramiro Guzmán
“No quiero responsabilizar de la muerte de mi hermano Alfredo Antonio a Saludcoop, pero si en esa EPS hubiesen actuado con criterio de responsabilidad, prestándole la atención requerida e inmediata, seguramente mi hermano estaría vivo”. Es el testimonio del periodista Gabriel Gaviria Cordero luego del fallecimiento de su hermano.
Un hecho similar ocurrió en Medellín donde una mujer murió tras haber esperado atención por más de cinco horas en una EPS.  Pero a diferencia del caso de Medellín, aquí Saludcoop no ha dado ninguna explicación. Y de seguro que de hacerlo dirán que la atención ‘se ajustó a los protocolos establecidos’. Sin embargo, ante cualquier coartada, lo cierto fue que Alfredo ingresa a Saludcoop  el 26 de agosto con un  dolor en el pecho, donde permanece por espacio de tres días en una silla de rueda sin que le practicaran un electrocardiograma para establecer  el origen de la dolencia. Tras sus propias protestas fue remitido a la Clínica Central, donde recibe un tratamiento similar, y el lunes  primero de septiembre  falleció.
Es decir, Alfredo no recibió una oportuna atención médica que se ajustara a los protocolos y guías médicas requeridas en los términos establecidos por el Plan Obligatorio de Salud (POS), según las condiciones de oportunidad, eficiencia y calidad.
Es preciso que Saludcoop no solo de una explicación a la familia Gaviria Cordero sino que se abra una investigación. Cualquiera que hayan podido ser las causas del desenlace final, lo que dejan claro los testimonios de su familia es la falta o ausencia de atención oportuna para con Alfredo, lo cual no es de extrañar, en estas, que han dejado de ser Empresas Prestadoras de Salud (EPS), para convertirse en empresas de la muerte, caídas en aparente desgracia.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Aquel barrio Sucre

Ramiro Guzmán Arteaga
Una grata invitación del doctor Oscar Melo Páez y del licenciado Álvaro Calderón Ramírez han sido la medida exacta para olvidarnos, en este diciembre, de estar martillando sobre las injusticias de la  vida y, a cambio, entregarnos al placer de recordar aquella época en el que viejos amigos  nos criamos juntos en el barrio Sucre. No es fácil escribir la lista de todos los que asistieron a la reunión de amigos convocada por ellos, ni evocar todos los recuerdos de un barrio en el que cada familia, cada esquina, cada tienda, cada calle, y hasta cada piedra  tiene su propia historia.
En el fragor de la reunión alguien dijo, casi en versos, que Sucre es un barrio que  aún lucha por conservar  su arraigada vanidad de barrio popular. Y de verdad que así es, porque todavía mantiene su calor humano a pesar de que la modernidad amenaza con hacer de él un barrio estrecho y apretado.
Sin embargo, el barrio conserva algo del ambiente de la época que nos tocó vivir durante la década de los 70; de cuando tenía su propio sastre, el carpintero, el comerciante, el beisbolista, el boxeador; el buscapleitos, la prostituta de cantina, el ladrón de patio y el borrachito de la esquina; de cuando teníamos nuestra propia reina popular; y, ¿por qué no?, el guerrillero, el policía y el profesor; en fin, evocamos los tiempos en que el barrio poseía los personajes suficientes para no pasar desapercibido. Desde esta mirada, creo que el barrio que más se parece a la vieja Montería es Sucre; además, porque a pesar de las medidas impositivas para contrarrestar el delito, sigue conservando su tranquilidad. En fin, la reunión sirvió para recordar lo que siempre fue y ha sido el barrio Sucre: un lugar apacible para vivir.

 

Álvaro Mendoza: maestro y discípulo

Ramiro Guzmán Arteaga
Ahora que el profesor Álvaro Mendoza Cabrales ha muerto  rodeado de su esposa Margarita Vega, de sus hijos y nietos;  después de acompañarlo a su tumba como él lo solicitó a su hija Claudia, es decir, con un conjunto de caja, guacharaca y acordeón interpretando canciones de Alejandro Durán; ahora que ha descansado merecidamente en paz, él nos ha brindado la oportunidad para recordarlo sin retórica política.
El profesor Álvaro fue un ser humano excepcional que se caracterizó por su fino humor; el amor por la cultura popular, hacia Juana Montes y Alicia Dorada; por su admiración hacia Alejo Durán y Juancho Polo; que quiso a Montería ‘hasta dolerle el alma’; pero también, por su vocación artística aplicada a la gastronomía criolla, pues explicaba una clase para sus estudiantes de artística con la misma rigurosidad y cuidado con el que preparaba un exquisito carnero para las constructivas tertulias con sus amigos.
Él marcó una época de la historia de la educación en Montería. Las generaciones a las que educó, en el colegio Nacional José María Córdoba y la Normal Guillermo Valencia, saben que supo diferenciar entre lo sensato y la insensatez,  la justicia y la injusticia, la paz y la violencia; que era un admirador de la palabra, el diálogo constructivo y la confidencialidad; que era resistente al grito y  la soberbia, al desespero y los abusos de poder. “Ese se cree la mamá de Dios”, decía aludiendo a quienes asumían posiciones dominantes. Era ante todo un hombre urbano, capaz de reconocerse e identificar a las otras personas con la ciudad. Desde el arte fue mucho lo que heredó y enseñó  de sus maestros y condiscípulos de la U. Nacional: Fernando Botero, Alejandro Obregón, Enrique Grau y Antonio Samudio. Paz en su tumba Maestro.

 

jueves, 5 de diciembre de 2013

El muro de la infamia


 
Ramiro Guzmán Arteaga
La pregunta que cualquier persona se puede hacer es ¿dónde está la frontera entre lo que el alcalde de Montería Carlos Eduardo Correa Escaf hace bien y lo que hace mal? Difícil saberlo en esta ciudad que se deja impresionar por lo artificioso, por las apariencias; donde la pavimentación de las calles no deja ver la pobreza, el desempleo ni la inseguridad; donde se pavimentan calles sin construir alcantarillado, donde se construye ‘una ciudad para que tengamos carros, pero todavía andamos descalzos’; en fin, donde todo lo feo y podrido se esconde debajo del tapete, una ciudad que no pasa de ser, desde la perspectiva de la ‘planeación’ del alcalde,  una “tumba blanqueada”.
Otra obra sin planeación la constituye ese muro que mandó a construir a lo largo de la orilla del río Sinú, con el pretexto de proteger la Ronda del Sinú de las crecientes del río. Un verdadero esperpento, un elefante blanco, un muro de la infamia, porque  no está priorizado dentro del Plan de Acción de la CVS ni de la Unidad Nacional de gestión de Riesgos, entidad que le dio el aval e hizo los millonarios desembolsos. La misma CVS conceptúa que el muro ocasionará un problema adicional al río por el sobrepeso que representa para la ribera u orilla. Tampoco protegerá la ronda de las crecientes por filtración de humedad porque, de todas maneras, el agua penetrará por el puerto de los planchones. Actualmente la obra se encuentra suspendida por la CVS que también  tiene una investigación abierta contra el municipio, el contratista y contra la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo. Sin embargo, este es el mejor alcalde del país. ¿Cuál será el peor? Por eso hay que evitar que el gobierno piense por nosotros, para que no nos crea tontos.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Ni con el pétalo de una flor

Ramiro Guzmán Arteaga
Debo confesar que estoy harto de escuchar los mismos discursos desgastados, fugaces e hipócritas, en favor de la no violencia contra las mujeres. Esta actitud pesimista obedece a que los medios de comunicación en Colombia, que todo lo que tocan lo convierten en espectáculo público pasajero, se dieron esta semana un banquete con la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer.
Por demás, resulta una paradoja que, mientras condenan todo tipo de violencia contra las mujeres, lo cual es totalmente válido, los medios de comunicación tienen su fuente de financiación en la utilización que de ellas  hacen las empresas de publicidad para convertirlas, a cambio de dinero, en un valor comercial y en un instrumento capaz de atraer, a través de sus cuerpos, al público para la venta de sus productos.
Bienvenido todo cuanto se diga y se haga para condenar la violencia contra las mujeres, pero estas sentencias resultan intrascendentes cuando no surten un impacto permanente en la sociedad, cuando son ‘flor de un día’, y solo son una reacción pasajera de una sociedad adormecida y adoctrinada por los excesos de sus gobernantes y de quienes ostentan cualquier tipo de poder.
 Por eso, más allá de una celebración pasajera que reivindique a la mujer, como género, lo  que se requiere es que la sociedad, en su conjunto, exprese un grito permanente de libertad en favor de ellas, pero también en contra de toda forma de explotación de cualquier ser humano, cualquiera que sea su género.
De modo que la eliminación de todo tipo de violencia contra la mujer, como la eliminación de cualquier tipo de explotación y servidumbre, debe ser una responsabilidad social compartida entre hombres y mujeres,  al igual que son compartidas las fantasías y  el erotismo que el sexo despierta en ambos, y que constituyen el verdadero amor.

viernes, 22 de noviembre de 2013

El embrujo de los medios

Ramiro Guzmán Arteaga
"Los medios de comunicación ha dejado
sus principios éticos y se han presentado
como un nuevo poder al servicio de los
más oscuros intereses humanos, como
el comercio y la guerra (Uriel Ramírez)

En su desmesurada competencia por ganar audiencia los medios de comunicación en Colombia, especialmente los noticieros de televisión, se han olvidado de lo más elemental del periodismo: buscar la verdad con independencia. La violación de una mujer en el restaurante Andrés Carne de Res, la fotografía en la que guerrilleros de las Farc departen en un Yate, y el presunto atentado contra el ex presidente Uribe, son ejemplos que ilustran la espectacularidad, la banalización y los fetiches (embrujos) con los que los medios de comunicación pretenden captar audiencia, dejando de lado el compromiso social de buscar la verdad y confirmar hechos. Parece que el periodismo más allá de buscar la verdad solo pretendiera divertir. Toda violación es un acto execrable que debe castigarse, pero ello no justifica que se nos  muestre e informe sobre estos y otros delitos como si fueran un festín de hechos aislados llevado a cabo por psicópatas, y no producto de una descomposición social de grandes proporciones. De otra parte la fotografía de guerrilleros de las Farc departiendo a bordo de un Yate no pasó de ser una noticia estúpida y banal que, al igual que su fuente, el ex presidente Uribe, nada aporta al proceso de paz. Y, a vuelta de página, el presunto atentado contra el ex presidente Uribe al que los noticieros dieron por cierto y se dejaron llevar y someter por las fuentes oficiales. Con todo esto queda  demostrado que a los medios (programadoras) lo que más les interesa es captar audiencia para garantizar sus fuentes de financiamiento. Parafraseando al maestro Javier Darío Restrepo podemos decir, a manera de advertencia urgente, que ‘una prensa cómplice de los manipuladores de la opinión hace daño, aunque parezca entretenida’. Y agregaríamos que ‘de perro guardián de la democracia’ la prensa está quedado reducida a un ‘manso gatito’, por culpa de los dueños de los medios.

 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Cuando los polos se encuentran

Por Ramiro Guzmán Arteaga
En Cien Años de Soledad hay un pasaje que viene a ser una revelación anticipada de lo que pasa entre el expresidente Álvaro Uribe Vélez y las Farc; es ese instante en el que el general Moncada le dice a su viejo amigo Aureliano Buendía: ‘lo que me preocupa –le dice Moncada-  no es que me mandes a fusilar sino que de tanto odiar a tus enemigos has terminado pareciéndote a ellos’. Lo mismo aplica para el expresidente y las Farc, se odian tanto que se han dejado llevar por una violencia irracional a tal punto que han terminado casi por perder la razón, entregándose a un odio ciego, en el vacío,  y se han olvidado de la sociedad y del pueblo al cual, maquiavélicamente, dicen representar. Es decir, se odian tanto que han terminado por parecerse. Ambos manejan un discurso guerrerista, ambos actúan con astucia y engaño; ambos se quieren matar en una guerra que los ha llevado al fracaso; ambos se creen dueños de un poder que nadie les ha dado. Lo grave es que esa violencia por la violencia, esa violencia ciega, ha perjudicado y sigue perjudicando enormemente a quienes desde una mirada independiente no compartimos sus propósitos de venganza guerrerista, pero quienes tampoco compartimos, en lo más mínimo, la estructura de este Estado anacrónico y este sistema de gobierno fracasado, de los que  ambos son una consecuencia. Si uno piensa distinto a Uribe se expone a que le pongan la etiqueta de guerrillero, y si piensa distinto a las Farc le ponen la etiqueta de la extrema derecha fascista. A ambos hay que recordarles que una guerra sin base popular está condenada al fracaso, al igual que una paz sin consulta popular, como la de la Habana, solo les funcionará al Gobierno y a las Farc por  un tiempo.