Arteaga Ramiro Guzmán
“No
quiero responsabilizar de la muerte de mi hermano Alfredo Antonio a Saludcoop,
pero si en esa EPS hubiesen actuado con criterio de responsabilidad, prestándole
la atención requerida e inmediata, seguramente mi hermano estaría vivo”. Es el
testimonio del periodista Gabriel Gaviria Cordero luego del fallecimiento de su
hermano.
Un
hecho similar ocurrió en Medellín donde una mujer murió tras haber esperado atención
por más de cinco horas en una EPS. Pero
a diferencia del caso de Medellín, aquí Saludcoop no ha dado ninguna
explicación. Y de seguro que de hacerlo dirán que la atención ‘se ajustó a los
protocolos establecidos’. Sin embargo, ante cualquier coartada, lo cierto fue
que Alfredo ingresa a Saludcoop
el 26 de agosto con un dolor en el pecho, donde permanece por
espacio de tres días en una silla de rueda sin que le practicaran un electrocardiograma
para establecer el origen de la dolencia. Tras sus propias
protestas fue remitido a la Clínica Central, donde recibe un tratamiento
similar, y el lunes primero de septiembre falleció.
Es
decir, Alfredo no recibió una oportuna atención médica que se ajustara a los protocolos
y guías médicas requeridas en los términos establecidos por el Plan Obligatorio
de Salud (POS), según las condiciones de oportunidad, eficiencia y calidad.
Es
preciso que Saludcoop no solo de una explicación a la familia Gaviria Cordero sino
que se abra una investigación. Cualquiera que hayan podido ser las causas del
desenlace final, lo que dejan claro los testimonios de su familia es la falta o
ausencia de atención oportuna para con Alfredo, lo cual no es de extrañar, en
estas, que han dejado de ser Empresas Prestadoras de Salud (EPS), para convertirse
en empresas de la muerte, caídas en aparente desgracia.