Recibí una llamada de un
amigo quien con voz discreta y mesurada me informó de la muerte de José Elías
Gomezcasserez, uno de los más grandes visionarios, intelectuales,
revolucionarios y académicos que haya tenido Córdoba y el país en la década del
70, cuando el magma popular estaba en plena ebullición mundial.
José Elías era un
filántropo, una especie de Pablo Neruda, en el que confluían el alma del poeta
y el revolucionario de izquierda, en cuya alma no anidaba el sectarismo ni el
odio que caracterizaba a los revolucionarios de la época de la guerra fría. Admirado
por los marxistas leninistas, los trotskistas e izquierdistas “mamertos”, pero también
–paradójicamente- por la derecha liberal y el conservatismo laureanista.
Perteneciente a una familia
de intelectuales, José Elías era un filósofo, un lector incansable que nos dejó
a sus amigos un saludo memorable, una frase de encanto: “¿qué estás leyendo?”, nos
preguntaba con voz clerical. Visionó ante los radicales del PC (M-L) y sus
propios compañeros del MIR, movimiento en el que militaba, que años después pasó
a ser el MIR-Patria Libre, que la revolución armada no triunfaría en Colombia.
La historia le dio la razón.
José Elías Gomezcasserez
murió en Cartagena, en silencio, en el olvido, bohemio, como murió el poeta
Raúl Gómez Jattin. Sus compañeros del Colegió Nacional José María Córdoba, llevábamos
años sin saber de él, hasta ahora que escuchamos las campanas de su muerte.
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