Debo
confesar que estoy harto de escuchar los mismos discursos desgastados, fugaces
e hipócritas, en favor de la no violencia contra las mujeres. Esta actitud
pesimista obedece a que los medios de comunicación en Colombia, que todo lo que
tocan lo convierten en espectáculo público pasajero, se dieron esta semana un
banquete con la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la
Violencia Contra la Mujer.
Por
demás, resulta una paradoja que, mientras condenan todo tipo de violencia
contra las mujeres, lo cual es totalmente válido, los medios de comunicación
tienen su fuente de financiación en la utilización que de ellas hacen las empresas de publicidad para
convertirlas, a cambio de dinero, en un valor comercial y en un instrumento
capaz de atraer, a través de sus cuerpos, al público para la venta de sus
productos.
Bienvenido
todo cuanto se diga y se haga para condenar la violencia contra las mujeres,
pero estas sentencias resultan intrascendentes cuando no surten un impacto
permanente en la sociedad, cuando son ‘flor de un día’, y solo son una reacción
pasajera de una sociedad adormecida y adoctrinada por los excesos de sus
gobernantes y de quienes ostentan cualquier tipo de poder.
Por eso, más allá de una celebración pasajera
que reivindique a la mujer, como género, lo
que se requiere es que la sociedad, en su conjunto, exprese un grito
permanente de libertad en favor de ellas, pero también en contra de toda forma
de explotación de cualquier ser humano, cualquiera que sea su género.
De modo que la
eliminación de todo tipo de violencia contra la mujer, como la eliminación de
cualquier tipo de explotación y servidumbre, debe ser una responsabilidad
social compartida entre hombres y mujeres,
al igual que son compartidas las fantasías y el erotismo que el sexo despierta en ambos, y
que constituyen el verdadero amor.