jueves, 28 de noviembre de 2013

Ni con el pétalo de una flor

Ramiro Guzmán Arteaga
Debo confesar que estoy harto de escuchar los mismos discursos desgastados, fugaces e hipócritas, en favor de la no violencia contra las mujeres. Esta actitud pesimista obedece a que los medios de comunicación en Colombia, que todo lo que tocan lo convierten en espectáculo público pasajero, se dieron esta semana un banquete con la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer.
Por demás, resulta una paradoja que, mientras condenan todo tipo de violencia contra las mujeres, lo cual es totalmente válido, los medios de comunicación tienen su fuente de financiación en la utilización que de ellas  hacen las empresas de publicidad para convertirlas, a cambio de dinero, en un valor comercial y en un instrumento capaz de atraer, a través de sus cuerpos, al público para la venta de sus productos.
Bienvenido todo cuanto se diga y se haga para condenar la violencia contra las mujeres, pero estas sentencias resultan intrascendentes cuando no surten un impacto permanente en la sociedad, cuando son ‘flor de un día’, y solo son una reacción pasajera de una sociedad adormecida y adoctrinada por los excesos de sus gobernantes y de quienes ostentan cualquier tipo de poder.
 Por eso, más allá de una celebración pasajera que reivindique a la mujer, como género, lo  que se requiere es que la sociedad, en su conjunto, exprese un grito permanente de libertad en favor de ellas, pero también en contra de toda forma de explotación de cualquier ser humano, cualquiera que sea su género.
De modo que la eliminación de todo tipo de violencia contra la mujer, como la eliminación de cualquier tipo de explotación y servidumbre, debe ser una responsabilidad social compartida entre hombres y mujeres,  al igual que son compartidas las fantasías y  el erotismo que el sexo despierta en ambos, y que constituyen el verdadero amor.

viernes, 22 de noviembre de 2013

El embrujo de los medios

Ramiro Guzmán Arteaga
"Los medios de comunicación ha dejado
sus principios éticos y se han presentado
como un nuevo poder al servicio de los
más oscuros intereses humanos, como
el comercio y la guerra (Uriel Ramírez)

En su desmesurada competencia por ganar audiencia los medios de comunicación en Colombia, especialmente los noticieros de televisión, se han olvidado de lo más elemental del periodismo: buscar la verdad con independencia. La violación de una mujer en el restaurante Andrés Carne de Res, la fotografía en la que guerrilleros de las Farc departen en un Yate, y el presunto atentado contra el ex presidente Uribe, son ejemplos que ilustran la espectacularidad, la banalización y los fetiches (embrujos) con los que los medios de comunicación pretenden captar audiencia, dejando de lado el compromiso social de buscar la verdad y confirmar hechos. Parece que el periodismo más allá de buscar la verdad solo pretendiera divertir. Toda violación es un acto execrable que debe castigarse, pero ello no justifica que se nos  muestre e informe sobre estos y otros delitos como si fueran un festín de hechos aislados llevado a cabo por psicópatas, y no producto de una descomposición social de grandes proporciones. De otra parte la fotografía de guerrilleros de las Farc departiendo a bordo de un Yate no pasó de ser una noticia estúpida y banal que, al igual que su fuente, el ex presidente Uribe, nada aporta al proceso de paz. Y, a vuelta de página, el presunto atentado contra el ex presidente Uribe al que los noticieros dieron por cierto y se dejaron llevar y someter por las fuentes oficiales. Con todo esto queda  demostrado que a los medios (programadoras) lo que más les interesa es captar audiencia para garantizar sus fuentes de financiamiento. Parafraseando al maestro Javier Darío Restrepo podemos decir, a manera de advertencia urgente, que ‘una prensa cómplice de los manipuladores de la opinión hace daño, aunque parezca entretenida’. Y agregaríamos que ‘de perro guardián de la democracia’ la prensa está quedado reducida a un ‘manso gatito’, por culpa de los dueños de los medios.

 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Cuando los polos se encuentran

Por Ramiro Guzmán Arteaga
En Cien Años de Soledad hay un pasaje que viene a ser una revelación anticipada de lo que pasa entre el expresidente Álvaro Uribe Vélez y las Farc; es ese instante en el que el general Moncada le dice a su viejo amigo Aureliano Buendía: ‘lo que me preocupa –le dice Moncada-  no es que me mandes a fusilar sino que de tanto odiar a tus enemigos has terminado pareciéndote a ellos’. Lo mismo aplica para el expresidente y las Farc, se odian tanto que se han dejado llevar por una violencia irracional a tal punto que han terminado casi por perder la razón, entregándose a un odio ciego, en el vacío,  y se han olvidado de la sociedad y del pueblo al cual, maquiavélicamente, dicen representar. Es decir, se odian tanto que han terminado por parecerse. Ambos manejan un discurso guerrerista, ambos actúan con astucia y engaño; ambos se quieren matar en una guerra que los ha llevado al fracaso; ambos se creen dueños de un poder que nadie les ha dado. Lo grave es que esa violencia por la violencia, esa violencia ciega, ha perjudicado y sigue perjudicando enormemente a quienes desde una mirada independiente no compartimos sus propósitos de venganza guerrerista, pero quienes tampoco compartimos, en lo más mínimo, la estructura de este Estado anacrónico y este sistema de gobierno fracasado, de los que  ambos son una consecuencia. Si uno piensa distinto a Uribe se expone a que le pongan la etiqueta de guerrillero, y si piensa distinto a las Farc le ponen la etiqueta de la extrema derecha fascista. A ambos hay que recordarles que una guerra sin base popular está condenada al fracaso, al igual que una paz sin consulta popular, como la de la Habana, solo les funcionará al Gobierno y a las Farc por  un tiempo.

viernes, 8 de noviembre de 2013

VERDAD MAS ALLA DEL PERDÓN


Ramiro Guzmán Arteaga
En forma volátil y con un sentimiento cargado más de tecnicismo que con sentido humano, hace hoy una semana, el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso reconoció y pidió perdón a las familias de las víctimas de los crímenes cometidos por orden suya en la Universidad de Córdoba. Sin embargo, entre las familias  que acudieron al Centro de Convenciones de Montería lo que se percibió fue un silencio con  sensación a desconcierto y un sentimiento de dolor e impotencia por cuanto fue un acto etéreo e insustancial en el que simplemente se mostró un video -con un daño técnico incluido- con el mensaje del perdón, lo que para muchos  fue una habilidosa forma de ‘escurrir el bulto’, como se dice popularmente.
Lo que los familiares esperaban era una presentación en vivo y en directo, en la que el ex jefe paramilitar les dijera la verdad sobre sus muertos, sus tierras, sus desaparecidos.
De modo que no se trata entonces solo de pedir perdón sino que el Estado  defienda la dignidad de las familias mediante la búsqueda permanente de la verdad, como un derecho legítimo  y para que la historia no se repita. Por supuesto que el perdón tiene validez, pero requiere, además del reconocimiento de la falta, que no queden rastros de impunidad y que se haga justicia.  Además, compensación en dinero y devolución o restitución de tierras.
 Según se infiere de lo informado por Al día, los ex jefes paramilitares aún le deben muchas explicaciones al departamento  y a la comunidad académica de la universidad, entre ellas la responsabilidad que en ese contexto criminal tuvo el Estado y en tal caso los miembros del Alma Mater. No puede haber ‘vuelta de página’, porque además, el Estado colombiano no solo ha roto la confianza de los ciudadanos para saber todo cuanto ocurrió, sino que nos ha engañado permanentemente.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Conalco 60 años

Ramiro Guzmán Arteaga
Quienes estudiamos en el Colegio Nacional José María Córdoba tenemos nuestra propia historia que contar. La mía puede ser una más de quienes estudiamos en la década del 70, época en que aún se percibían las réplicas de las grandes revoluciones populares del siglo XX como las de la URSS, China, Cuba y Vietnam;  en Latinoamérica el emblema del Che Guevara inspiraba las protestas estudiantiles y  la lucha guerrillera; en Chile, Salvador Allende había intentado establecer un Estado socialista por vía pacífica; la guerra fría entre los bloques Occidental y Oriental mantenían en vilo la paz mundial.
En Colombia las protestas estudiantiles y campesinas estaban en ebullición; en la Universidad Nacional Piero y Mercedes Sosa brindaban conciertos multitudinarios. En Córdoba; los estudiantes de Montería, Lorica y Cereté, habían aportado su cuota de sacrificio. En el Conalco estábamos positivamente influenciados por la ideología revolucionaria que reclamaba una mayor democratización de la educación y una redistribución de la tierra. “¡Solo cambiando el sistema cambiará la educación!” y  “¡La tierra es para el que la trabaja!”, eran las consignas. Los del Conalco éramos hijos de honestos y honrados comerciantes, trabajadores, sastres, pensionados, pobres pero no empobrecidos. En ese contexto era imposible no ser orgullosamente revolucionario; por eso, un grupo de estudiantes del Consejo Estudiantil, fundamos  los Centros de Estudios 12 y 13 de Marzo, en los que leíamos  obras de la literatura clásica, Cervantes, Tolstoy, Dostoievski, José Martí; obras que cohesionábamos con la dialéctica de Platón y Hegel; La Razón de Kant; el materialismo histórico y dialéctico de Carl Marx, y que barnizábamos con la teoría evolucionista  de Darwin  y Oparin. Sin duda fue una época de oro del Conalco,  de la cual muchas cosas nos quedaron, entre ellas, una formación humanística y un imaginario colectivo a toda prueba.