viernes, 1 de noviembre de 2013

Conalco 60 años

Ramiro Guzmán Arteaga
Quienes estudiamos en el Colegio Nacional José María Córdoba tenemos nuestra propia historia que contar. La mía puede ser una más de quienes estudiamos en la década del 70, época en que aún se percibían las réplicas de las grandes revoluciones populares del siglo XX como las de la URSS, China, Cuba y Vietnam;  en Latinoamérica el emblema del Che Guevara inspiraba las protestas estudiantiles y  la lucha guerrillera; en Chile, Salvador Allende había intentado establecer un Estado socialista por vía pacífica; la guerra fría entre los bloques Occidental y Oriental mantenían en vilo la paz mundial.
En Colombia las protestas estudiantiles y campesinas estaban en ebullición; en la Universidad Nacional Piero y Mercedes Sosa brindaban conciertos multitudinarios. En Córdoba; los estudiantes de Montería, Lorica y Cereté, habían aportado su cuota de sacrificio. En el Conalco estábamos positivamente influenciados por la ideología revolucionaria que reclamaba una mayor democratización de la educación y una redistribución de la tierra. “¡Solo cambiando el sistema cambiará la educación!” y  “¡La tierra es para el que la trabaja!”, eran las consignas. Los del Conalco éramos hijos de honestos y honrados comerciantes, trabajadores, sastres, pensionados, pobres pero no empobrecidos. En ese contexto era imposible no ser orgullosamente revolucionario; por eso, un grupo de estudiantes del Consejo Estudiantil, fundamos  los Centros de Estudios 12 y 13 de Marzo, en los que leíamos  obras de la literatura clásica, Cervantes, Tolstoy, Dostoievski, José Martí; obras que cohesionábamos con la dialéctica de Platón y Hegel; La Razón de Kant; el materialismo histórico y dialéctico de Carl Marx, y que barnizábamos con la teoría evolucionista  de Darwin  y Oparin. Sin duda fue una época de oro del Conalco,  de la cual muchas cosas nos quedaron, entre ellas, una formación humanística y un imaginario colectivo a toda prueba.

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