Quienes nos anticipamos a la catástrofe ambiental y social de la hidroeléctrica de Urrá sobre el valle del Sinú, quienes desde el periodismo registramos una a una la confirmación de esos impactos negativos, quienes seguimos convencidos de que la hidroeléctrica no debió construirse y que las consecuencias a futuro serán cada vez más catastróficas y devastadoras, no solo sobre el valle del Sinú sino sobre el planeta, estamos convencidos de que no hay una sola razón para celebrar los 20 años de la empresa Urrá S.A.
Hoy
20 años después los resultados son devastadores. Urrá S.A le mintió y engañó a
los cordobeses y al país. La hidroeléctrica desapareció la especie bocachico y
muchas otras del río Sinú, sepultó para siempre especies naturales únicas en el
planeta, erosionó las riberas, ocasionó la penetración de la cuña salina. Ha
contribuido al calentamiento global. El Sinú dejó de ser el río que más aportaba
riquezas biológicas al mar, y está matando al valle más fértil del mundo. En lo
social expulsó a indígenas y colonos, se estima que 14 asesinatos de Embera Katios
guardan relación con su rechazo al proyecto; cuarenta mil familias de pescadores
quedaron en la ruina, muchas de las nuevas generaciones de pescadores tuvieron
que vincularse a grupos ilegales y algunos han sido asesinados; se ha
demostrado que las hidroeléctricas contribuyen al calentamiento global y Urrá
no es la excepción. Además, Urrá S.A engañó a los cordobeses con la promesa de
la energía barata.
Por
eso y muchos otros impactos presentes y futuros es que resulta no solo absurdo
sino ridículo pensar en celebrar 20 años de Urrá S.A. Y son estas mismas
razones por las que el proyecto Urrá II sería nefasto.
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