La
paz, entendida en este caso como la conciliación y convivencia pacífica con la
guerrilla, es algo que supera los propósitos finales de los actuales
acercamientos entre el Gobierno y las Farc, porque, por demás, hay que desmitificar la creencia de que el
problema del país es la guerrilla, cuando ese es solo uno. Más allá de la
confrontación armada están las desigualdades sociales, el problema de la
tierra, el narcotráfico, la corrupción, lo ambiental. Son esos problemas los
que debe afrontar y solucionar el Estado Colombiano si se quiere alcanzar una
verdadera paz estable y duradera, porque esos son, al fin y al cabo, el origen
del conflicto armado.
El
tema de la paz no es exclusivo de la guerrilla y del gobierno. El cese al fuego
será solo parte del proceso. Lo que se logre en los diálogos es solo un paso, porque
la paz de Colombia no depende solo de quiénes se sienten a dialogar sino logar,
además, que en esos diálogos se vean representados todos los sectores que son
mucho más que los actuales representantes del gobierno y a quienes las Farc
designen.
Capítulo
especial merece lo ambiental porque, aunque para muchos parezca una
exageración, la presencia de la guerrilla en las selvas colombiana frenaba la desmedida
venta de los recursos naturales del país a las potencias que ven en Colombia un país biodiverso y rico en
recursos minerales y naturales, recursos que también la guerra destruyó en medio
siglo de confrontación en las selvas. Por eso, mucho más allá de los acuerdos
que se logren, de ver a “Pablo Catatumbo” abrazarse con el General Jorge
Enrique Mora, está el país entero.
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