Habrá
que decir, quizás con un poco de humor, que el Festival del Porro que anoche se
inició en San Pelayo es lo más parecido a ese objeto viejo que adorna la casa
pero que nadie le ha dado el valor ni encontrado el sitio digno que se merece.
Esta
circunstancia se deriva del mismo trato que desde hacen 36 años le han dado los
organizadores del festival a los músicos de las bandas participantes.
No
será por el empeño que le ponen los
organizadores que los 735 músicos que en promedio llegan todos los años al
festival, desde varios rincones del país, no tengan un sitio digno donde dormir,
que tengan que hacerlo aguantando lluvia, mosquito y calor en el pretil o rincón
de un colegio prestado, que tengan que cocinar ellos mismos sus alimentos;
ni tengan donde bañarse ni hacer sus necesidades
fisiológicas. Y al final solo se le de a cada músico 111mil pesos. Y no será
por esa misma gracia que los organizadores no se preocupen por el destino de
las obras ganadoras que finalmente quedan rodando en el olvido. O que los
músicos tengan que mendigar para grabarlas.
Al
lado de todo esto habrán muchas otras cosas que los organizadores no han
querido resolver, por lo que habrá que recomendarles, con un poco de humor que
se asocie con la desgracia, lo mismo que me dijo un trompetista: “mire compa lo
único que queremos por lo pronto es que nos den un lugar digno donde dormir, comer y cagar”, que es
lo mínimo que se merece un ser humano.
Asi es profe...nuestro fastival..ICONO de la cultura cordobesa..merece mucho mas!!!!
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