sábado, 30 de julio de 2011

Que la verdad se sepa


Por: Ramiro Guzmán Arteaga

Grave que hasta hace poco muchos monterianos (no todos) pensaban en función de los paramilitares. Se dieron contra la pared cuando la periodista María Jimena Duzan dijo: “pareciera que muchos cordobeses  llevaran un paraquito en el corazón”. Con dolor de Cordobés y orgullo de monteriano había que reconocer que era cierto, porque para algunos, era un privilegio toparse con los jefes paramilitares en los supermercados y almacenes de lujo, y hasta les pedían autógrafos, como si fueran deportistas o artistas en la cima del triunfo y la fama. Ser sus amigos daba estatus. Fui testigo mudo de cuando más de un periodista se sentía orgulloso de tenerlos como fuente primaria para sus noticias. Otros les agradecían el haber sacado a la guerrilla de la Universidad de Córdoba.
Hoy, cuando ese fantasma que escribió las páginas más sangrientas y horrorosas de la historia de Córdoba  empieza a exorcizarse del imaginario colectivo, nos encontramos frente a la herencia de toda época pos violenta: el pesimismo y el escepticismo. Nos fuimos de bruces hacia la sociedad de lo inevitable y la resignación. “Contra eso nadie puede”, “Eso no lo evita nadie”, “Por algo lo mataron”, “El mundo no lo podemos cambiar”. Y hasta la muerte nos causa risa: “Huele a vela”, “Cogió cajón”, dicen. Volvimos a los temores de y los vaticinios del fin del mundo.
En medio de esta desesperanza que pretende hacernos olvidar de ese aciago reciente debemos recuperar, no solo nuestra capacidad de asombro e imaginación sin límite, sino el derecho a que toda la verdad en Córdoba se sepa.

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