jueves, 19 de diciembre de 2013

Aquel barrio Sucre

Ramiro Guzmán Arteaga
Una grata invitación del doctor Oscar Melo Páez y del licenciado Álvaro Calderón Ramírez han sido la medida exacta para olvidarnos, en este diciembre, de estar martillando sobre las injusticias de la  vida y, a cambio, entregarnos al placer de recordar aquella época en el que viejos amigos  nos criamos juntos en el barrio Sucre. No es fácil escribir la lista de todos los que asistieron a la reunión de amigos convocada por ellos, ni evocar todos los recuerdos de un barrio en el que cada familia, cada esquina, cada tienda, cada calle, y hasta cada piedra  tiene su propia historia.
En el fragor de la reunión alguien dijo, casi en versos, que Sucre es un barrio que  aún lucha por conservar  su arraigada vanidad de barrio popular. Y de verdad que así es, porque todavía mantiene su calor humano a pesar de que la modernidad amenaza con hacer de él un barrio estrecho y apretado.
Sin embargo, el barrio conserva algo del ambiente de la época que nos tocó vivir durante la década de los 70; de cuando tenía su propio sastre, el carpintero, el comerciante, el beisbolista, el boxeador; el buscapleitos, la prostituta de cantina, el ladrón de patio y el borrachito de la esquina; de cuando teníamos nuestra propia reina popular; y, ¿por qué no?, el guerrillero, el policía y el profesor; en fin, evocamos los tiempos en que el barrio poseía los personajes suficientes para no pasar desapercibido. Desde esta mirada, creo que el barrio que más se parece a la vieja Montería es Sucre; además, porque a pesar de las medidas impositivas para contrarrestar el delito, sigue conservando su tranquilidad. En fin, la reunión sirvió para recordar lo que siempre fue y ha sido el barrio Sucre: un lugar apacible para vivir.

 

Álvaro Mendoza: maestro y discípulo

Ramiro Guzmán Arteaga
Ahora que el profesor Álvaro Mendoza Cabrales ha muerto  rodeado de su esposa Margarita Vega, de sus hijos y nietos;  después de acompañarlo a su tumba como él lo solicitó a su hija Claudia, es decir, con un conjunto de caja, guacharaca y acordeón interpretando canciones de Alejandro Durán; ahora que ha descansado merecidamente en paz, él nos ha brindado la oportunidad para recordarlo sin retórica política.
El profesor Álvaro fue un ser humano excepcional que se caracterizó por su fino humor; el amor por la cultura popular, hacia Juana Montes y Alicia Dorada; por su admiración hacia Alejo Durán y Juancho Polo; que quiso a Montería ‘hasta dolerle el alma’; pero también, por su vocación artística aplicada a la gastronomía criolla, pues explicaba una clase para sus estudiantes de artística con la misma rigurosidad y cuidado con el que preparaba un exquisito carnero para las constructivas tertulias con sus amigos.
Él marcó una época de la historia de la educación en Montería. Las generaciones a las que educó, en el colegio Nacional José María Córdoba y la Normal Guillermo Valencia, saben que supo diferenciar entre lo sensato y la insensatez,  la justicia y la injusticia, la paz y la violencia; que era un admirador de la palabra, el diálogo constructivo y la confidencialidad; que era resistente al grito y  la soberbia, al desespero y los abusos de poder. “Ese se cree la mamá de Dios”, decía aludiendo a quienes asumían posiciones dominantes. Era ante todo un hombre urbano, capaz de reconocerse e identificar a las otras personas con la ciudad. Desde el arte fue mucho lo que heredó y enseñó  de sus maestros y condiscípulos de la U. Nacional: Fernando Botero, Alejandro Obregón, Enrique Grau y Antonio Samudio. Paz en su tumba Maestro.

 

jueves, 5 de diciembre de 2013

El muro de la infamia


 
Ramiro Guzmán Arteaga
La pregunta que cualquier persona se puede hacer es ¿dónde está la frontera entre lo que el alcalde de Montería Carlos Eduardo Correa Escaf hace bien y lo que hace mal? Difícil saberlo en esta ciudad que se deja impresionar por lo artificioso, por las apariencias; donde la pavimentación de las calles no deja ver la pobreza, el desempleo ni la inseguridad; donde se pavimentan calles sin construir alcantarillado, donde se construye ‘una ciudad para que tengamos carros, pero todavía andamos descalzos’; en fin, donde todo lo feo y podrido se esconde debajo del tapete, una ciudad que no pasa de ser, desde la perspectiva de la ‘planeación’ del alcalde,  una “tumba blanqueada”.
Otra obra sin planeación la constituye ese muro que mandó a construir a lo largo de la orilla del río Sinú, con el pretexto de proteger la Ronda del Sinú de las crecientes del río. Un verdadero esperpento, un elefante blanco, un muro de la infamia, porque  no está priorizado dentro del Plan de Acción de la CVS ni de la Unidad Nacional de gestión de Riesgos, entidad que le dio el aval e hizo los millonarios desembolsos. La misma CVS conceptúa que el muro ocasionará un problema adicional al río por el sobrepeso que representa para la ribera u orilla. Tampoco protegerá la ronda de las crecientes por filtración de humedad porque, de todas maneras, el agua penetrará por el puerto de los planchones. Actualmente la obra se encuentra suspendida por la CVS que también  tiene una investigación abierta contra el municipio, el contratista y contra la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo. Sin embargo, este es el mejor alcalde del país. ¿Cuál será el peor? Por eso hay que evitar que el gobierno piense por nosotros, para que no nos crea tontos.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Ni con el pétalo de una flor

Ramiro Guzmán Arteaga
Debo confesar que estoy harto de escuchar los mismos discursos desgastados, fugaces e hipócritas, en favor de la no violencia contra las mujeres. Esta actitud pesimista obedece a que los medios de comunicación en Colombia, que todo lo que tocan lo convierten en espectáculo público pasajero, se dieron esta semana un banquete con la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer.
Por demás, resulta una paradoja que, mientras condenan todo tipo de violencia contra las mujeres, lo cual es totalmente válido, los medios de comunicación tienen su fuente de financiación en la utilización que de ellas  hacen las empresas de publicidad para convertirlas, a cambio de dinero, en un valor comercial y en un instrumento capaz de atraer, a través de sus cuerpos, al público para la venta de sus productos.
Bienvenido todo cuanto se diga y se haga para condenar la violencia contra las mujeres, pero estas sentencias resultan intrascendentes cuando no surten un impacto permanente en la sociedad, cuando son ‘flor de un día’, y solo son una reacción pasajera de una sociedad adormecida y adoctrinada por los excesos de sus gobernantes y de quienes ostentan cualquier tipo de poder.
 Por eso, más allá de una celebración pasajera que reivindique a la mujer, como género, lo  que se requiere es que la sociedad, en su conjunto, exprese un grito permanente de libertad en favor de ellas, pero también en contra de toda forma de explotación de cualquier ser humano, cualquiera que sea su género.
De modo que la eliminación de todo tipo de violencia contra la mujer, como la eliminación de cualquier tipo de explotación y servidumbre, debe ser una responsabilidad social compartida entre hombres y mujeres,  al igual que son compartidas las fantasías y  el erotismo que el sexo despierta en ambos, y que constituyen el verdadero amor.

viernes, 22 de noviembre de 2013

El embrujo de los medios

Ramiro Guzmán Arteaga
"Los medios de comunicación ha dejado
sus principios éticos y se han presentado
como un nuevo poder al servicio de los
más oscuros intereses humanos, como
el comercio y la guerra (Uriel Ramírez)

En su desmesurada competencia por ganar audiencia los medios de comunicación en Colombia, especialmente los noticieros de televisión, se han olvidado de lo más elemental del periodismo: buscar la verdad con independencia. La violación de una mujer en el restaurante Andrés Carne de Res, la fotografía en la que guerrilleros de las Farc departen en un Yate, y el presunto atentado contra el ex presidente Uribe, son ejemplos que ilustran la espectacularidad, la banalización y los fetiches (embrujos) con los que los medios de comunicación pretenden captar audiencia, dejando de lado el compromiso social de buscar la verdad y confirmar hechos. Parece que el periodismo más allá de buscar la verdad solo pretendiera divertir. Toda violación es un acto execrable que debe castigarse, pero ello no justifica que se nos  muestre e informe sobre estos y otros delitos como si fueran un festín de hechos aislados llevado a cabo por psicópatas, y no producto de una descomposición social de grandes proporciones. De otra parte la fotografía de guerrilleros de las Farc departiendo a bordo de un Yate no pasó de ser una noticia estúpida y banal que, al igual que su fuente, el ex presidente Uribe, nada aporta al proceso de paz. Y, a vuelta de página, el presunto atentado contra el ex presidente Uribe al que los noticieros dieron por cierto y se dejaron llevar y someter por las fuentes oficiales. Con todo esto queda  demostrado que a los medios (programadoras) lo que más les interesa es captar audiencia para garantizar sus fuentes de financiamiento. Parafraseando al maestro Javier Darío Restrepo podemos decir, a manera de advertencia urgente, que ‘una prensa cómplice de los manipuladores de la opinión hace daño, aunque parezca entretenida’. Y agregaríamos que ‘de perro guardián de la democracia’ la prensa está quedado reducida a un ‘manso gatito’, por culpa de los dueños de los medios.

 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Cuando los polos se encuentran

Por Ramiro Guzmán Arteaga
En Cien Años de Soledad hay un pasaje que viene a ser una revelación anticipada de lo que pasa entre el expresidente Álvaro Uribe Vélez y las Farc; es ese instante en el que el general Moncada le dice a su viejo amigo Aureliano Buendía: ‘lo que me preocupa –le dice Moncada-  no es que me mandes a fusilar sino que de tanto odiar a tus enemigos has terminado pareciéndote a ellos’. Lo mismo aplica para el expresidente y las Farc, se odian tanto que se han dejado llevar por una violencia irracional a tal punto que han terminado casi por perder la razón, entregándose a un odio ciego, en el vacío,  y se han olvidado de la sociedad y del pueblo al cual, maquiavélicamente, dicen representar. Es decir, se odian tanto que han terminado por parecerse. Ambos manejan un discurso guerrerista, ambos actúan con astucia y engaño; ambos se quieren matar en una guerra que los ha llevado al fracaso; ambos se creen dueños de un poder que nadie les ha dado. Lo grave es que esa violencia por la violencia, esa violencia ciega, ha perjudicado y sigue perjudicando enormemente a quienes desde una mirada independiente no compartimos sus propósitos de venganza guerrerista, pero quienes tampoco compartimos, en lo más mínimo, la estructura de este Estado anacrónico y este sistema de gobierno fracasado, de los que  ambos son una consecuencia. Si uno piensa distinto a Uribe se expone a que le pongan la etiqueta de guerrillero, y si piensa distinto a las Farc le ponen la etiqueta de la extrema derecha fascista. A ambos hay que recordarles que una guerra sin base popular está condenada al fracaso, al igual que una paz sin consulta popular, como la de la Habana, solo les funcionará al Gobierno y a las Farc por  un tiempo.

viernes, 8 de noviembre de 2013

VERDAD MAS ALLA DEL PERDÓN


Ramiro Guzmán Arteaga
En forma volátil y con un sentimiento cargado más de tecnicismo que con sentido humano, hace hoy una semana, el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso reconoció y pidió perdón a las familias de las víctimas de los crímenes cometidos por orden suya en la Universidad de Córdoba. Sin embargo, entre las familias  que acudieron al Centro de Convenciones de Montería lo que se percibió fue un silencio con  sensación a desconcierto y un sentimiento de dolor e impotencia por cuanto fue un acto etéreo e insustancial en el que simplemente se mostró un video -con un daño técnico incluido- con el mensaje del perdón, lo que para muchos  fue una habilidosa forma de ‘escurrir el bulto’, como se dice popularmente.
Lo que los familiares esperaban era una presentación en vivo y en directo, en la que el ex jefe paramilitar les dijera la verdad sobre sus muertos, sus tierras, sus desaparecidos.
De modo que no se trata entonces solo de pedir perdón sino que el Estado  defienda la dignidad de las familias mediante la búsqueda permanente de la verdad, como un derecho legítimo  y para que la historia no se repita. Por supuesto que el perdón tiene validez, pero requiere, además del reconocimiento de la falta, que no queden rastros de impunidad y que se haga justicia.  Además, compensación en dinero y devolución o restitución de tierras.
 Según se infiere de lo informado por Al día, los ex jefes paramilitares aún le deben muchas explicaciones al departamento  y a la comunidad académica de la universidad, entre ellas la responsabilidad que en ese contexto criminal tuvo el Estado y en tal caso los miembros del Alma Mater. No puede haber ‘vuelta de página’, porque además, el Estado colombiano no solo ha roto la confianza de los ciudadanos para saber todo cuanto ocurrió, sino que nos ha engañado permanentemente.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Conalco 60 años

Ramiro Guzmán Arteaga
Quienes estudiamos en el Colegio Nacional José María Córdoba tenemos nuestra propia historia que contar. La mía puede ser una más de quienes estudiamos en la década del 70, época en que aún se percibían las réplicas de las grandes revoluciones populares del siglo XX como las de la URSS, China, Cuba y Vietnam;  en Latinoamérica el emblema del Che Guevara inspiraba las protestas estudiantiles y  la lucha guerrillera; en Chile, Salvador Allende había intentado establecer un Estado socialista por vía pacífica; la guerra fría entre los bloques Occidental y Oriental mantenían en vilo la paz mundial.
En Colombia las protestas estudiantiles y campesinas estaban en ebullición; en la Universidad Nacional Piero y Mercedes Sosa brindaban conciertos multitudinarios. En Córdoba; los estudiantes de Montería, Lorica y Cereté, habían aportado su cuota de sacrificio. En el Conalco estábamos positivamente influenciados por la ideología revolucionaria que reclamaba una mayor democratización de la educación y una redistribución de la tierra. “¡Solo cambiando el sistema cambiará la educación!” y  “¡La tierra es para el que la trabaja!”, eran las consignas. Los del Conalco éramos hijos de honestos y honrados comerciantes, trabajadores, sastres, pensionados, pobres pero no empobrecidos. En ese contexto era imposible no ser orgullosamente revolucionario; por eso, un grupo de estudiantes del Consejo Estudiantil, fundamos  los Centros de Estudios 12 y 13 de Marzo, en los que leíamos  obras de la literatura clásica, Cervantes, Tolstoy, Dostoievski, José Martí; obras que cohesionábamos con la dialéctica de Platón y Hegel; La Razón de Kant; el materialismo histórico y dialéctico de Carl Marx, y que barnizábamos con la teoría evolucionista  de Darwin  y Oparin. Sin duda fue una época de oro del Conalco,  de la cual muchas cosas nos quedaron, entre ellas, una formación humanística y un imaginario colectivo a toda prueba.

domingo, 27 de octubre de 2013

La punta del ‘iceberg’

Ramiro Guzmán Arteaga
La titulación debe ser atractiva y  llena de imaginación
pero no vulgar.
Esta columna es una respuesta a lo que el señor William Salleg Taboada acostumbra hacer desde El Meridiano de Córdoba: escudarse en la sombra que ofrece un editorial para enviar mensajes impersonales a quienes, en ocasiones, criticamos su periódico. El caso es que el Meridiano de Córdoba tituló: “¡ESTAMOS EN BRASIL NOJOOODAAA!” Y el director, al no resistir la crítica, me alude y descalifica desde el burladero de un editorial, sin comprender que un titular es un producto expuesto al juicio de la opinión pública. Reitero que fue un titular vulgar y desafortunado, porque no educa y es populachero, muy distinto a lo popular. Lo digo reconociendo que  también me he equivocado, pues los humanos nos construimos sobre los errores y no sobre milagros.
El señor Salleg pretende enfrentarme a los colegas que laboran en su periódico, y que han obtenido merecidísimos premios de periodismo gracias a sus dignos esfuerzos. Me censura como periodista con una ironía mal construida, solapada y desatinada, haciendo creer que algunos seres humanos son más inteligentes que otros. ‘Vulgar, sin un asomo de inteligencia’ y brutal me parece su titular, ese que impositivamente obligó a publicar, lo cual me lleva a confirmar que se equivocó al proclamarse director de un periódico. Debe preocuparse por seguir siendo un empresario, pero de los buenos, pues es fácil inferir que es de los que creen que este es un mundo donde lo único que da valor y prestigio es la competencia, la vanidad, y  no la modestia y solidaridad. Es por eso, y por titulares como el publicado, por el que la ignorancia crece y las desigualdades se agravan en Córdoba, sin dar oportunidad a la razón. Pero él es así y ni siquiera este departamento tiene la culpa de que así sea.

Un par de preguntas válidas

Ramiro Guzmán Arteaga
Una estudiante de Comunicación Social me pregunta, grabadora en mano, cuál es mi ideología y si yo creo en Dios. Las preguntas me parecieron indiscretas pero válidas, porque uno no está obligado a revelar su ideología ni su creencia, pero preguntar es un derecho natural. Por eso comparto las respuestas con mis lectores. De modo que me considero un socialdemócrata que está en desacuerdo con toda la estructura anacrónica de su país. Creo en la libertad con responsabilidad. Pero no tengo una militancia activa con ningún movimiento o partido político porque considero que la militancia encasilla y condiciona el pensamiento libre, al tiempo que, en parte,  rechaza lo que hay de bueno en otras ideologías. Y si de practicar una militancia se trata creo que la mía sería una ‘militancia pasiva’, lo cual no es justo. Y pienso que el ser así es lo que me da libertad e independencia para reconocer la disciplina de los buenos conservadores, la libertad de los buenos liberales y la solidaridad de los buenos socialistas. La estudiante me insistió en mi creencia. “Soy agnóstico” –le dije- pero me preocupa que en este país la gente discrimine y excluya a quienes, por convicciones naturales, científicas e históricas, no creemos en Dios; sin comprender que ese es un derecho legítimo al que puede llegar, por convicción y con argumentos, un ser humano. Desde esa perspectiva social me siento libre de no tener que escoger entre el cielo y el infierno, ni vivir sometido a una creencia imposible. “Entonces ¿usted no asiste a la Iglesia?”, me contra-preguntó la estudiante. Soy un agnóstico que no tiene prejuicios en ir a cualquier iglesia, siempre que haya una razón socialmente válida.  Por la misma razón que tengo amigos curas, de los buenos, y amigos pastores evangélicos, de los buenos.

Don Elías Bechara Zainúm

Ramiro Guzmán Arteaga
Pocas veces suele ocurrir que una persona de la vida pública, aún después de su fallecimiento, logre reunir tanta simpatía y expresiones de agradecimiento a su alrededor, y sin distingos de estrato social ni ideología política. En el departamento de Córdoba conozco dos casos: el de don Rosendo Garcés Cabrales y ahora el de don Elías Bechara Zainúm. El uno conservador de los buenos y el otro un liberal clásico, ambos filántropos y poseedores de una riqueza  social y espiritual resistente a toda prueba.
Se podría pensar que, como cualquier mortal, don Elías Bechara moriría, como en efecto falleció el pasado viernes, que sería sepultado y que todo concluiría para él; sin embargo, como la verdadera existencia de un ser humano se determina por sus obras sociales y las enseñanzas dejadas en la vida, se puede afirmar que sus obras, representadas,  entre muchas otras,  en la fundación de la Universidad de Córdoba y de la Universidad del Sinú, le permitirán elegir el mejor sitio para ser recordado entre el imaginario social y popular, lo cual es un privilegio al que pocos ricos tienen acceso.
Ennoblecer a la humanidad y en especial a los sectores populares a través de la educación fue el objetivo que a don Elías le pareció siempre sumamente importante, por eso puedo decir que esta columna no es escrita por la inspiración de un instante que la realidad pueda destruir, sino el merecido reconocimiento a una persona y a su obra. Por eso también, los beneficiarios de las actuaciones y de las obras de don Elías Bechara Zainúm, sus discípulos y herederos, adquieren el compromiso social de mantener su obra ennoblecedora y legítimamente construida con dignidad. A su esposa doña Saray Castilla y a sus hijos mis sinceras condolencias.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Santos y la literatura de mojiganga


Ramiro Guzmán Arteaga
Mario Vargas Llosa dio en el clavo cuando en su ensayo ‘La civilización del espectáculo’ señala que hoy los libros frívolos y cargados de banalidades amenazan seriamente la verdadera cultura y literatura, es decir, a la que es fruto del trabajo silencioso del intelectual y  resistentes al tiempo y a la crítica. El Premio Nobel de Literatura (2010) se refiere a esos libros light que invaden los supermercados donde comparten espacio con revistas dedicadas al escándalo y la chismografía, libros que en los noticieros de televisión comparten los últimos minutos con modelos, libros cuyos lanzamientos se hacen en los clubes de la rancia sociedad santafereña, a la que asisten ex presidentes y reinas, libros que al poco tiempo no los lee nadie y son olvidados para siempre; en fin, libros flojos, que son flor de un día, que mueren sin impactar positivamente en la sociedad. Un ejemplo de esta literatura de mojiganga lo acaba de dar el ex vicepresidente Francisco Santos al lanzar su libro “Rebelde con causa”. ¡Qué lejos está Francisco Santos de ser un rebelde con causa! ‘Por mucho que quieran, las gallinas, jamás alcanzarán las alturas de las águilas’. El ex vicepresidente busca hacerse ver como un político e intelectual, cuando solo logra el efecto contrario: dejarse ver como un político demagogo y un autoproclamado y exhibicionista intelectual de poses y escándalos populacheros, cargado de chistes y chismes flojos. El libro de Santos es una pésima mezcla de cultura, política y poder, es por eso que Vargas Llosa considera que ‘la mala política corrompe y degrada la cultura’, y por lo que la gente piensa que la política es una actividad vil y despreciable. Y para colmos el prólogo del libro de Santos es escrito por un ex presidente de cuyo nombre no quiero acordarme.

jueves, 4 de julio de 2013

¿Turismo fluvial en Montería?

La construcción de muelles en Montería también impactará
negativamente en el ambiente natural del río Sinú

Ramiro Guzmán A.
Pretender hacer de Montería una ‘ciudad turística’, a partir de la construcción en el río Sinú de muelles  para la práctica del ‘turismo náutico’, es otro de esos proyectos que reflejan la falta de planeación del gobierno. Partimos del principio que Montería, por su ubicación geográfica, entre otras razones,  no es una ciudad turística, pues más bien es una ciudad de paso hacia atractivos como los balnearios ubicados en el sector costanero de Córdoba, Sucre, y el resto de la Costa Atlántica.
De modo que, frente a la construcción de un muelle turístico, la  pregunta que surge es: ¿será que los turistas llegarán a Montería para gastarse el dinero y el tiempo de sus vacaciones haciendo turismo náutico en el río Sinú, cuando su propósito es bañarse en el mar? Lo dudo. Lo máximo que hace el turista es pernoctar en Montería y salir temprano hacia los balnearios. Entonces, ¿Qué hacer? He consultado con algunos arquitectos y recomiendan recuperar y ampliar la Ronda del Sinú, hoy en estado de abandono, y al mismo tiempo conservar el centro histórico de la ciudad, hoy día arrasado por la imposición de una arquitectura moderna, artificiosa y sin ningún control del gobierno. De modo que sería preferible que el gobierno adquiriera algunas de las casas antiguas del centro histórico y organizara un Museo Zenú con piezas prehispánicas. Esto garantizaría que el turista, durante el corto tiempo que esté en la ciudad, pueda conocer nuestra historia, que se conserve la huella histórica del Centro, al tiempo que se fortalezca la identidad cultural y se genere sentido de pertenencia y cultura ciudadana. Lo demás, es elevar el ya abultado número de improvisaciones y fracasos en la planeación de la ciudad.

jueves, 27 de junio de 2013

Peligra la vida del río Sinú


Ramiro Guzmán Arteaga
Las almejas asiáticas pueden afectar gravemente la vida
biológica del río Sinú (Foto. Ramiro Elías)
Los profesores de la Universidad de Córdoba, la bióloga marina Martha Mogollón y el biólogo Jaiber Garcés, me confirmaron ayer los graves riesgos que para la vida biológica del río Sinú representa la presencia de almejas asiáticas en la zona media y baja. También recomendaron a los ribereños no consumirlas hasta tanto se hagan estudios que demuestren específicamente que estas almejas no representan ningún peligro para el consumo humano.
 Para los expertos es claro que estas almejas es una especie exótica que se alimenta de microorganismos nativos, propios del río Sinú, a los cuales puede desplazar progresivamente y hacer que el valle del Sinú cambie y deje de ser uno de los más fértiles del mundo, lo que significa ni más ni menos un impacto ambiental de graves consecuencias.
Es evidente que será difícil precisar cómo llegaron y cuál ha sido la vía de dispersión, pues las almejas pueden incluso remontar aguas arriba desde la misma zona de influencia de la desembocadura del río, en Bocas de Tinajones, a través de especies mayores a las que se les adhieren cuando aún son muy jóvenes. Sin embargo, los biólogos confirman que esta especie  ya está adaptada al sustrato del río Sinú de donde toman sus alimentos y se reproducen rápidamente por cuanto una sola almeja puede liberar en promedio 400 crías en un día. Pero si no se monitorean en forma permanente no se podrán tomar medidas de manejo, mitigación de daños, ni hacer predicciones de su comportamiento futuro. Por tanto el futuro del valle del Sinú y todo lo que representa para la humanidad está en manos de las autoridades ambientales, ministerio del ambiente, CVS; así como de Urrá S.A y la Universidad de Córdoba.

viernes, 21 de junio de 2013

Confirmado: almejas asiáticas en Sinú


Las almejas que desde mediados de 2011 empezaron a aparecer
en el río Sinú son una especie exótica, provenientes de Asia que
pondría en riesgo la riqueza biológica del Sinú.
(Foto/ Roger Guzmán Arteaga)
Ramiro Guzmán Arteaga
Evitando cualquier especulación e interpretación personal hice, en este espacio, varios llamados a las autoridades ambientales  y académica para que asumieran el estudio que permitiera confirmar el origen y el riesgo ambiental que puede significar la presencia de almejas o ‘caracuchas’ en la parte media y baja del río Sinú.
Pues bien, los resultados de estudios y consultas que me han hecho llegar la Corporación Autónoma de los Valles del Sinú y San Jorge (CVS), la Universidad de Córdoba y la Empresa Urrá S.A son, en principio, reveladores y preocupante.

Las autoridades confirman que estas  almejas son – como lo habíamos dicho- de origen asiático, una especie exótica cuya llegada al río Sinú se desconoce aunque pudieron haber sido echadas  a propósito, en forma directa, o accidentalmente a través de equipos traídos de Asia, inicialmente por embarcaciones, hasta llegar posteriormente por vía terrestre a la zona de influencia del río Sinú.
En principio se descarta  que la construcción de la hidroeléctrica de Urrá sea la causa específica de la presencia de las almejas,  o una consecuencia de la penetración de la cuña salina por el cauce del río; sin embargo se advierte que,  por ser el Sinú un río altamente intervenido por el hombre,  da pie para la llegada y reproducción de esta especie.
Una consulta hecha también a la bióloga marina de la U. Nacional de Colombia, María Virginia de la Hoz, me confirma que estas son especies exótica, “potencialmente invasora”, pues su presencia no puede llegar a tener éxito y extinguirse; sin embargo, de llegarse a mantener, serían una  gravísima amenaza para la vida del río Sinú. Más información:

martes, 18 de junio de 2013

La peregrinación de las esculturas de Montería


Foto José Cautt Cueto
El monumento a la paz del escultor Alfredo Torres es uno de
los más polémicos de Montería, algunos consideran que fue
autorizado por las autodefensas como homenaje al
paramilitarismo, el artista lo niega categóricamente.
(Foto: José Pautt Cueto)

Ramiro Guzmán Arteaga (*)
Montería-Córdoba (Colombia)

Las esculturas y los monumentos que se levantan en Montería semejan espectáculos muertos, vacíos y espectrales. A pesar de todas las explicaciones posibles del gobierno y del poder imaginativo de los artistas plásticos, para hacerlas ver como un producto del poder de la imaginación, lo cierto es que la ciudad parece criticarlas y en otros casos ignorarlas desde la contrabarrera de ambos.
Un ejemplo. En medio de la glorieta que conduce a la salida hacia Medellín se levanta el Monumento a la Ganadería, un encierro de vacas y toros que semejan sombras inmóviles, pétreas, que aún no han logrado calar en el sentimiento popular. Para el gobierno municipal el monumento representa la riqueza ganadera de Montería, que tiene connotación nacional e internacional, mientras que para la crítica solo son ‘latas con figuras de ganado’, en las que ni siquiera muchos ganaderos se ven representados. Además, constituye una afrenta y una paradoja el que ocupe un sitio aledaño al asentamiento humano Cantaclaro, en donde viven familias en estado de extrema pobreza y miseria.
Pero en Montería también hay monumentos y esculturas a las que por diversas razones aún no se les encuentra un sitio desde el cual se puedan apreciar y valorar desde lo público, pues algunas son reubicadas por la misma dinámica urbanística de la ciudad, en tanto que otras por la polémica derivada de su interpretación. Así ocurre con el Monumento a la Paz, que debió ser trasladado desde la entrada a  la ciudad, por el lado norte, hasta el barrio La Granja, al sur, en medio de versiones contrapuestas entre quienes consideran o no que la obra es un homenaje al paramilitarismo. El monumento ha ocasionado un impacto emocional no solo en la ciudad, que reclama claridad, sino también en su autor, el reconocido escultor Alfredo Torres, quien en reiteradas ocasiones ha desmentido categóricamente esa interpretación.
Pero no termina allí las críticas que han recaído sobre estas obras de arte en Montería pues en la Circunvalar, a la altura de la calle 27, una escultura con estructura de hierro y figuras asimétricas identificada como La Tolerancia, que pocos han logrado interpretar, debió ser retirada para dar paso a un proyecto del gobierno que, paradójicamente, se conoce como Ciudad Amable. El gobierno confirma que será reubicada al final de la calle principal del barrio La Granja.
Polémicas de vieja data
Mucho antes de que la ciudad iniciara un desarrollo arquitectónico natural, pero caótico, desigual y excluyente como el actual, ya otras esculturas públicas habían generado conflictos. En 1935 fue inaugurado el Monumento a la Bandera, donado por el general Jorge Ramírez Arjona y demolido en 1954 por autoridades empeñadas en borrar las obras filantrópicas del Oficial.
En abril de 1963 Guillermo Valencia Salgado, “El Compae Goyo”, esculpió El Boga, la escultura más representativa de que se tenga conocimiento del hombre sinuano. La obra, hecha con molde de barro, cemento crudo y hormigón, fue destruida a martillazos  por un fanático religioso estimulado por un cura que la descalificó por considerarla inmoral y obscena, pues representaba a un hombre desnudo en una canoa que hacía sonrojar a las damas de la ‘alta sociedad’. En retaliación seguidores del  “Compae Goyo” destruyeron parte de una estatua del Papa Pio XII que había sido instalada frente a la Catedral San Jerónimo de Montería.
 En épocas mucho más reciente el monumento a la hidroeléctrica de Urra, a las que muchos consideraron una obra inmerecida y de mal gusto, además, por el impacto ambiental de la hidroeléctrica sobre el valle del Sinú, fue demolida casi que en silencio.
Esta es apenas una muestra de la falta de identidad y sentido de pertenencia de la ciudad con sus monumentos y esculturas, por lo que las obras, lejos de ‘comunicarse’ con la ciudad, evidencian un distanciamiento emocional y, si se quiere, espiritual. 
Una consulta entre investigadores, intelectuales, escritores, cantantes y artistas visuales contemporáneos permite ubicar el problema en diversas causas. Lo primero que queda evidenciado es que, a pesar que el arte tiene una interpretación ilimitada, la ciudad no logra tener una obra que identifique y cohesione el sentir ciudadano dentro de la sociedad que la habita.
Las obras son ajenas a la gente que las aprecia, no han sido fruto del sentir propio de la comunidad porque, además, las propuestas no han sido consultadas con los habitantes y por tanto no han estimulado la participación ciudadana. Por el contrario, las obras han sido el resultado de decisiones caprichosas que dejan ver claramente el poco interés por configurar y construir un verdadero sentido de ciudadanía.
En este contexto los monumentos y esculturas que más están en la mira de la crítica son: Monumento a La Paz, El Campesino, La Tolerancia, La Ganadería, los cuales aún no logran construir identidad. Obras que generan un gran valor estético para quienes las propusieron, pero que aún no logran generar  un diálogo con la ciudad ni con el entorno en el que fueron ubicadas.
Falta identidad y educación
El antropólogo y poeta Alexis Zapata Meza resume así la lectura que hace de las obras pasadas y presentes: cuando existió El Boga, dejamos que lo derrumbaran; el monumento a El Campesino, ubicado en el triángulo del mercado, nadie lo voltea a ver; el de La Tolerancia, al igual que el de la Ganadería, es una chabacanería pues de eso nada tienen; el de La Paz, no logra transmitir paz colóquenlo donde lo coloquen. En definitiva,  nuestra identidad está diluida, difícil de captar; nada nos expresa. No reconocemos nuestras raíces, no las queremos ver. Difícil cuando no nos queremos definir. No miramos hacia atrás. Aspiramos a ser dinámicos, llegar al futuro sin tener pasado. No tenemos centro.
Para el escritor y director del grupo literario El Túnel, José Luís Garcés Gonzáles,  el problema es de educación. “Pero no de cualquier educación: una educación en historia, ética y culturología. Montería no tiene perfil definido, aún no conoce su historia, tiene infinitamente más habitantes que ciudadanos, la mayoría de su población posee intereses bastardos, es un pueblo-ciudad de contrastes y desórdenes, su nivel cultural es bajo”.
Según el escritor es todo este acumulado y más el que no le permite a Montería tener íconos o imaginarios o simbolismos que identifiquen a la mayoría de sus habitantes. Considera que superar todo esto es difícil. “El asunto es dispendioso y el proceso es largo. Esa solución se asomará en el siglo XXII, si acaso. Estas, como se dice en el urbanismo contemporáneo, son ciudades fallidas”.
                                                Se requieren estudios
El investigador social y profesor Víctor Negrete Barrera considera que las  esculturas y monumentos no representan la esencia ni la idiosincrasia del monteriano. “El monumento a la ganadería es solo una representación de la figura del ganado pero no refleja el sentir de la gente ni mucho menos del hombre sinuano.”
Argumenta que no se han hecho estudios del imaginario colectivo de Montería que represente todo ese sentir en una obra artística.  “A esto se le suman otros factores como  la pobreza y la violencia que han hecho que los valores, las costumbres positiva y las creencias se hayan venido abajo. No tenemos una visión del monteriano actual”.
Además, “Montería no es solo ganadería hay muchas otras cosas, la nueva y la vieja arquitectura, que la estamos borrando, estamos quedando sin huella histórica. Mucho más allá, está la biodiversidad y el río Sinú que lo estamos acabando sin tenerlo en cuenta. En definitiva, no somos solo ganado”.
Uberto Gómez, uno de los pocos profesores y pintores que rescatan y representan  en sus obras y temática el sombrero vueltiao y los indígenas Zenú, trabaja con algunos códigos visuales de la región como el bocachico, hicotea, pájaros. Para él es claro que “la mayoría de los procesos artísticos nacen de la percepción del ambiente donde se mueve el artista, donde se crea un imaginario ideológico o un modelo de pensamiento”.
Considera que “para tener una representación visual sinuana, es necesario tener un modelo de pensamiento producto del conocimiento de qué es ser sinuano. Esto se justifica porque la cultura desde el punto de vista antropológico es el modo de vivir de un pueblo o región. Por consiguiente, si somos producto de la cultura Zenú se tiene que transmitir ese legado”.
El profesor Luis Carlos Raciny Alemán, Magister en Planeación Urbana y Regional, considera que Montería no logra tener una escultura que identifique y cohesione el sentir ciudadano porque las que existen o existieron no han sido fruto del sentir propio de la comunidad hacia un personaje o acontecimiento que dignifique  y magnifique de alguna forma la existencia de la sociedad urbana de la ciudad. “Estas obras son el resultado de decisiones caprichosas que dejan ver el poco interés de quienes han dirigido y dirigen la construcción de la ciudad, por despertar y configurar un verdadero sentido de ciudadanía, ejemplo de esto es el monumento a la ganadería, el cual no logra construir identidad”.
A su turno la cantante Aglaé Caraballo, La Reina del Porro, considera que en Montería hace falta voluntad política y sentido de pertenencia, Además, “para dar prioridad a proyectos culturales y adjudicar las obras culturales nuestros artistas deberían participar en convocatorias locales, abiertas, participativas y transparentes.”
La culpa fue de la vaca
En una escultura o monumento hay que tener en cuenta la distancia física y el entorno entre la obra y el espectador, lo que los artistas denominan emplazamiento.  Por eso Andrés Castillo, autor del monumento a la Ganadería, explica que “el sitio escogido fue una afrenta para los habitantes del asentamiento Cantaclaro quienes ven cómo los ganaderos ricos hacen gala de su poder y riqueza, frente a quienes solo comen, con suerte, carne una vez por semana”.
En cuanto a la elaboración y acabado, explicó que el diseño de los animales no satisfizo los gustos de la gente porque deseaban ver las vacas pintadas y, según, fueron hechas con ‘pura lata vieja’. “Lo que sucedes es que es una obra de corte moderno y el material para una escultura de exterior debe presentarse sin recubrimiento pictórico ya que le restaría belleza al conjunto al esconder la hermosura del tono natural.
 
 Al aludir a las críticas por la falta de identidad Andrés Castillo aclara que “la elección del tema fue tomada por unos pocos, sin tener en cuenta el querer de muchos, lo cual es un desatino en cuanto a política de amueblamiento urbano de la ciudad”.
 
Considera que son los que toman las decisiones quienes deben interpretar el deseo de quienes los eligen para guiar sus destinos y no los artistas. “Si  Montería no ha tenido un monumento acorde con su idiosincrasia ha sido por falta de políticas culturales y coherente por parte del Estado. “Los dirigentes no entienden que el arte es una necesidad y no un desperdicio”.

En cuanto al costo de la obra precisa que “el presupuesto fue de $350 millones, pero tan solo entregaron (la Alcaldía) un contrato de $ 97 millones, que se redujo con impuestos a $ 66  millones, lo que solo alcanza para una escultura”.

En medio de todas estas polémicas, lo cierto es que Montería es una ciudad que se encuentra en medio de una encrucijada cultural en la que se pretende que la ciudad glorifique más la guerra, lo incomprensible, lo obvio,  antes que la propia realidad cultura del Sinú de su pasado como forma de entender el presente y dimensionar el futuro.

Se requiere con urgencia, como me señala el investigador cultural Roger Serpa, “hacer visible lo invisible y dejar de glorificar lo que no es nuestro”. Ese sería un buen punto de partida para rencontrarnos y aspirar, al menos, a tener ‘una segunda oportunidad sobre la tierra’.
Respuestas del Alcalde Correa

¿Por qué cree usted que Montería aún no logra tener una escultura o monumento que se identifique y cohesiones con el sentir ciudadano?

Carlos Eduardo Correa: Montería en los últimos doce años ha hecho cuatro esculturas importantes, el monumento a la Tolerancia, retirado para dar paso a las obras que estamos realizando a través de Montería Amable; el monumento de la Paz;  monumento de La Ganadería y La Ventana, que es una réplica de una obra hecha por el reconocido escultor bogotano Carlos Rojas y de las cuales hay pocas en el mundo. Estas esculturas han hecho, más que lograr identificar o cohesionar el sentir ciudadano. Estamos en este momento construyendo una imagen de nuestra ciudad, alrededor de nuestra cultura, nuestra gastronomía, de nuestro arte, de la música y de aquí se empezarán a desprender nuevos monumentos, nuevas esculturas y nuevos lineamiento en materia de arte.

Esto ya se está diseñando con algunos proyectos que se están organizando, la mayoría de ellos alrededor de la Ronda del Sinú, esperamos iniciar  la ronda en la margen izquierda y en el sur. Allí vamos a tener simbolismo fuerte en materia cultural, ya estamos en un plan de apropiación de nuestra cultura para que la ciudad y sus ciudadanos se identifiquen con su propia imagen.

¿Qué concepto le merece el monumento a la ganadería?
 
Carlos Eduardo Correa: Es definitivamente un monumento que tiene una asociación con los nuestro, con la representación que tiene Montería a nivel nacional; de pronto le hace falta un complemento en el sitio donde está ubicada, pero es un monumento que verdaderamente nos identifica. De los demás monumentos que están adornando la ciudad, debemos tener un proceso de socialización mucho mayor para que la gente se sienta parte de ellos.  Ese es el proceso en el que estamos.
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(*) Periodista y magíster en educación. Docente en la Universidad del Sinú.
Este reportaje también se encuentra publicado en La revista Latitud de El Heraldo de Barranquilla: http://www.elheraldo.co/node/113248

Marcial Alegría, el último pintor primitivista Zenú

Marcial Alegría, un pintor primitivista producto de su propio
entornos natural. (Foto/ José Pautt Cueto)
Ramiro Guzmán Arteaga (*)
San Sebastián (Lorica-Córdoba)
 
Por vivir en quinto patio
desprecias mis besos
un cariño verdadero
sin mentiras ni maldad
(Mario Molina Montes, 1921) 

Del pintor primitivista Marcial Alegría Garcés parece haberse dicho todo.  Que su vocación la descubrió un gringo que andaba profanando guacas indígenas en el cerro El Mohán, en el municipio de Momil, por los lados de la Ciénaga Grande del Bajo Sinú. Que la película mexicana “Quinto Patio”, la que vio en el teatro Marta de Lorica siendo muy joven, en la que un niño que vive en una vecindad y logra la fama pintando murales con carbón, le marcó el camino hacia la celebridad. También se sabe que pinta con pinceles que él mismo hace con los pelos de la cola de gatos que cría en su casa después de haber probado con plumas de gallinas y pelos de perro. Que no sabe leer ni escribir y por eso sus cuadros los firma con letras de molde que sus hijos o sus nietos le escriben en un papel de cuaderno. Él mismo ha revelado que llegó al primitivismo sin saber el nombre de ese género y que antes de ser pintor fue jornalero, pescador y alfarero. Y que no pinta en bastidor sino en un rustico mesón y en las madrugadas porque el intenso calor del día le corta la inspiración.

En fin, quienes conocen a Marcial Alegría también saben que el amor, la seriedad y la paciencia con la que pinta sus cuadros es la misma con la que se toma una cerveza helada  en una cantina, en el palco de una corraleja o en un fandango, y que su sentido común es el resultado del amor que a primera vista experimentó una india Zenú por un  japonés que había desembarcado en el puerto de Coveñas a finales del siglo XIX y que dieron origen a sus padres.

Por eso, cuando se conoce a Marcial Alegría, como lo conocen y lo quieren aquí en San Sebastián de Lorica, se tiene la impresión de que a él no le ha vuelto a suceder nada distinto ni de él se ha vuelto a decir nada que rompa la dulce monotonía de su vida, ni la de  este pueblo ubicado a cinco minutos de Lorica, donde una calle empedrada se revienta en la ciénaga Grande del Bajo Sinú, que en verano deja al descubierto un inmenso playón en el que los adultos se dedican a jugar beisbol con manillas de trapo y los niños a elevar barriletes y cometas que ellos mismos fabrican con varitas de palma amarga.

El rostro de lo cotidiano
La casa donde transcurren invariablemente sus días está contigua a una bocacalle desde donde sobresale un aviso de madera rustica en el que se lee “Centro Primitivista Marcial Alegría”. Una casa de techo de eternit y paredes de bloque crudo que parecen apolillados por el tiempo.
 Lo que predomina a primera vista en Marcial Alegría son sus facciones orientales con trazos de indio Zenú, su nariz achatada y ojos vivaces, pero llenos de bondad, que a sus 77 años (nació el 20 de marzo de 1936) lo hacen ver como un entrenador de boxeo. El “viejo Marcial”, como le dicen aquí, parece vivir mejor sumergido en  la ingenuidad que le inspira su pueblo y su mundo de pintor primitivista, que en las técnicas académicas y retocadas que enseñan en las universidades y escuelas de bellas artes.  Ante la falta de educación formal vive orientado en su propio universo por el sentido común del indígena Zenú y el pragmatismo de su también descendencia oriental. “Soy de un mundo candoroso y sin complicaciones”, dice. Un mundo como el que pinta en sus cuadros, con las raíces profundas de su ingenuidad apegada a un contexto de escenas costumbristas que no necesitan interpretaciones complicadas, ni cargadas de psicoanálisis ni metafísica. Desde esta perspectiva, sus cuadros, sencillamente tienen el valor de un documento que marca una época histórica, tal vez feudal, que no conoce lo urbano y de la que no ha podido salir, pero que quedará como un testimonio histórico de los zenúes que poblaron a los departamentos de Córdoba y Sucre. De allí proviene,  precisamente, su principal virtud como artista y como ser humano.
Porque de su mundo iletrado se infiere que lo que le interesa es dejar en sus cuadros escenas de la vida cotidiana en un medio social cargados de colores primarios, como los festejos populares, las fiestas en corralejas, los matrimonios a la orilla de las ciénagas. Experiencias con la naturaleza viva que plasma en  escenas como “Pagando gustos cumplidos”, inspirado –como el recuerda- en el parto de una mujer que le tocó atender en la sombra de una bonga. O “Así éramos los Zenúes”, donde construye las aldeas que hacían los indígenas en los playones de las ciénagas, en donde  pescaban con cuzú y bahareque. O sencillamente inspirado en sus propios sueños, como “La pesadilla”, que se ha vendido en 18 países del mundo.
Cuando Marcial Alegría nos enfrenta a sus cuadros nos encontramos con obras que rompen el convencionalismo de la pintura magistral y académica, los de él son personajes anónimos para el forastero, pero que viven en sociedad y que tienen como telón de fondo el paisaje natural y veraniego propio de estos meses del año, en los que por encima de una corraleja feudal se dejan ver los robles tupidos de flores rosadas, el rojo intenso de las acacias y el amarillo del polvillo. Y mucho más allá, manadas de patos y aves silvestres – como las que ahora veo- que sobrevuelan la Ciénaga Grande del Bajo Sinú, la Ciénaga de Momil, la Ciénaga de Bañó o la Ciénaga de los Negros. Paisajes encuadrados en un cielo intensamente azul y puro. Pinturas que, como el mismo Marcial dice: “han recorrido el mundo y se han ido para donde la naturaleza ya no existe”. Cuadros que adornan las casas de presidentes, de poderosos, de familias pudientes y personajes famosos, pero que también cuelgan en las paredes de barberías que semejan gabinetes dentales, de cantinas de boleros y vallenatos, y hasta de las latonerías de los primeros “buses de palito” o “Pringa cara”, que recorrieron y aún recorren el Bajo Sinú.  Pinturas que en principio recorrían los pueblos, sin ser exhibidos en galerías, de cuando pintaba y pintaba porque como él mismo recuerda “no sabía cómo se llamaba la bendita pintura que yo estaba haciendo”.
En fin, las de Marcial son escenas que se repiten en su mente, en sus lienzos,  en los marcos para los espejos que pinta por encargo, como las que ahora plasma para el profesor Luis Miguel Pico Román. Pero también en las cazuelas, chochas, moyos, tinajas y artesanías de barro que su esposa y otras mujeres heredaron de Jovita Morelo y Adriana Garcés, dos mujeres que  rescataron y enseñaron el arte de la alfarería tres siglos después que los españoles destruyeran la última tinaja que habían fabricado las indígenas.
Un comercio anónimo

Marcial tampoco parece interesarse en las truculentas negociaciones que en el exterior hacen con sus cuadros. Porque, desde ese día ya remoto en que el gringo exclamó asombrado: ¡Primitivista!, al ver sus pinturas colgadas de una pita en el alar de su casa e hizo un rollo con ellos y se los llevó tras pagarle doscientos dólares, desde entonces, perdió la cuenta de cuántos cuadros ha pintado, cuántos ha vendido.
“Aquí un cuadro puede costar entre cincuenta y quinientos mil pesos, pero no sé por cuanto lo pueden vender en el resto del mundo,  ellos, los que vienen aquí, los compran pero nunca dicen por cuánto los venden en otras partes,”.
-       ¿No lo sabe? Le pregunto.
-       sé que es un billete bueno. Me imagino que por miles. Dice.
-       ¿Cuántos miles?
-       Sé… que son dólares
-       ¡¿Dólares?!
-       Eso dicen, porque yo no me fijo en eso, los que vienen los compran y no piden ni rebaja.
Cualquiera que sea la razón por la que alguien llegue a su casa a comprar sus pinturas lo cierto es que también lo hacen atraídos por esa especie de trazos rupestres, sin maquillajes artificiosos, en la que se amalgaman la placidez de los paisajes biodiversos del Valle del Sinú con las escenas costumbristas y cotidianas de la gente que lo habita.
Marcial replica, sonríe y vuelve a retomar la historia del gringo andariego y  la de la película Quinto Patio, mientras ahora intenta dejar escuchar de su propia voz  un  trozo de la canción de la película:
Nada me importa
que critiquen la humildad de mi cariño
el dinero no es la vida
es tan sólo vanidad….
Marcial canta, ríe, como burlándose de la vida y su propio cantar. Se siente orgulloso de sus cuadros. Me los señala con el dedo colgados en la pared de la sala, como explicando magistralmente una ruta invisible. Habla del origen y el tema de cada uno de ellos, y recuerda, como el niño que recita de memoria su cuento preferido, los países para los que se los han llevado y que lo han puesto en el ápice de la cultura mundial.
-       Mire, soy el único pintor colombiano que tiene un cuadro en el Vaticano, se lo regalaron al papa Juan Pablo II cuando estuvo en Cartagena.
También recuerda que se los han obsequiado a  presidentes norteamericanos. La  lista de quienes lo visitan, desde cuando en 1971 hizo su primera exposición en los bajos de la Gobernación de Córdoba, es larga.
 “Me he entrevistado con el embajador de Bolivia, Inglaterra, Polonia, México, Argentina. El ultimo que me visitó el año pasado fue el embajador de España, por eso luego la gente dice ¡carajo! aquí no visitan al gobernador, ni al alcalde sino que se vienen a visitar a Marcial Alegría. Y la gente dice que soy un personaje grande que tiene Córdoba pero de eso no se da cuenta el Gobierno.”
Su clientela es variada, dispersa, se diría que hasta anónima. “El último cuadro se lo vendí ayer a una cachaca bogotana que había oído hablar de mí y que llegó a este pueblo  preguntando por aquí y por allá dónde vivía yo”.
Al fin y al cabo, como el mismo dice: “yo no sé qué puede pasar mañana o pasado con mis cuadros cuando salen de aquí y se van dispersos por el mundo”.
La Casa en el aire
Y aunque la vida y el discurso de Marcial parecen repetitivos para muchos, no lo es para él que durante toda la vida ha estado pensando que tal vez le fuera mejor si alguien le hubiera enseñado a leer y a escribir, si alguien se hubiera interesado en enviarlo a  la escuela, al colegio  y a una Escuela de Bellas Artes. Pero no ha sido así. “La gente me dice: ‘Marcial que tal si tu hubieras estudiado’, pero por fortuna todo lo que necesito para pintar lo tengo aquí, la naturaleza y este pueblo me dan todo, ellos son mi inspiración”, dice al tiempo que mira hacía donde Rita Berta Calle, su mujer, con quien ha compartido 46 años de vida, trata de darle forma a una vasija de barro.
-       Mire, todos los políticos siempre me prometieron y me siguen prometiendo cosas que ninguno de ellos se toma en serio.
-       ¿Cómo qué?
-       Nadie se tomó eso de enseñarme a leer y a escribir en serio.
Marcial habla sin resentimientos, sin odios ni amargura, además porque comprende que es uno de los muchos que en San Sebastián no saben leer ni escribir.
-       Amigo… este pueblo se va a quedar en el olvido- dice, evocando una frase que se repite en todos los pueblos de la ciénaga y del Valle del Sinú.
-       Es como si San Sebastián no existiera, han prometido hacer la casa artesanal con una galería pero todo se queda como la casa en el aire.
Ríe.
-       ¿Pero usted qué les ha pedido?
-       Yo le he pedido al gobierno que haga una casa artesanal con una galería aquí en San Sebastián pero no quieren, ahora están haciendo una plazoleta en Lorica con mi nombre pero les he dicho que la prefiero aquí que es donde  tengo mi taller hasta donde llegan los turistas atraídos por mis cuadros que es por lo que se conoce a este pueblo.
Marcial mira hacia una bocacalle. Mira mi libreta de apuntes. Me mira. Habla.
-       Aquí vienen los periodistas a entrevistarme cada vez que quieren, vino Germán Santamaría, como  ha venido usted hoy, y vengan cada vez que quieran a mi posada, pero yo no busco a nadie porque a mí eso no me gusta.
Habla como queriendo revelar un secreto.
-       La televisión llega a Lorica y entonces me vengo para acá y al rato suena el teléfono. Entonces dicen que es para una entrevista, y vienen a entrevistarme. Yo salgo a ponerme la camisa y me dicen ‘no señor lo queremos así porque está trabajando’.
-       Lo entrevistan de todas partes y de distintos medios…
-       Vienen de otros países, me traen Wiski. Pero nunca salgo a decir ¡mire yo soy esto!… ¡o esto otro!  para que me entrevisten…
-       En verdad usted y San Sebastián se lo merecen.

-       Le digo algo, es cierto que este es un arrabal perdido en la Ciénaga pero el turista, los periodistas y la gente vienen porque quieren conocer al pueblo y comparar mis cuadros. Además, le confieso un secreto, yo no podría pintar si me sacan de aquí, por eso de aquí no me voy a mover”.
 Marcial vuelve a reír, como si reír también fuera una forma de protestar ante la indiferencia oficial. Y vuelve a intentar una nueva estrofa de Quinto Patio, esta vez con un tono ligeramente arcaico pero encantador:
Por vivir en quinto patio
desprecias mis besos
un cariño verdadero
sin mentiras ni maldad…
Marcial canta con alegría y humildad,  repite su canción preferida, como repite siempre su historia, como si la vida para él y su pueblo fuera un siempre siempre.
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 (*) Periodista y magister en educación. Docente en la Universidad del Sinú.
Esta crónica también fue publicada en El heraldo de Barranquilla, puede consultarla en: