viernes, 14 de junio de 2013

Augusto Yépez, adiós al maestro de la utopía

Ramiro Guzmán Arteaga
Pocos sabían hasta el pasado miércoles cuando murió, quién era Augusto Yépez Fernández. Desde ayer muy pocos lectores de prensa y escuchas de noticieros radiales sabían que ese nombre con sus apellidos correspondió al de un veterano periodista, cuyo único patrimonio que nos deja, a sus 85 años, es el de recordarlo caminando y saludando a todo el que encontraba en su andar cotidiano por el centro de Montería, como si poseyera el don de estar en todas partes al mismo tiempo, acompañado de su buen humor.
Como suele ocurrir en estos casos, la muerte de un periodista veterano solo nos interesa a quienes ya empezamos a serlo, aunque para las autoridades desde hace tiempo ya hubiera dejado existir. Quienes hicimos el curso de seguimiento a Yépez Fernández lo recordaremos como el locutor estrella de La Voz del Sinú, animador de fiestas populares, corresponsal de prensa, animador de radioteatro y narrador deportivo, mientras sus contemporáneos evocaran sus animaciones en los teatros Variedades y Montería,  en donde Daniel Santos, Liberta La Marque, Celia Cruz y la Sonora Matancera le sacaban rebanadas de música a la Habana.
En fin, Augusto Yépez perteneció a ese admirable mosaico de periodistas autodidactas que en su época tenían más tiempo para la imaginación y para soñar que para sobrevivir, el de los periodistas que no tenían un instrumento distinto que el de su propia inteligencia, su recia voluntad y su vocación arrasadora, contrario a lo que ocurre hoy día en este mundo del espectáculo, la frivolidad y lo artificial, donde muchos principiantes y, otros que no lo son tanto, aspiran a la gloria y a la fama, puesta en pública subasta por el poder, el mercadeo y la sociedad de consumo.

 

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