viernes, 14 de junio de 2013

La sociedad de las frivolidades


Ramiro Guzmán Arteaga
EL premio Nobel de Literatura 2010 Mario Vargas Llosa en su ensayo "La Civilización del espectáculo" (Alfaguara, 2012) nos entrega una magistral radiografía sobre las frivolidades en las que ha caído el capitalismo salvaje y que bien tiene aplicación en cualquier contexto social, incluido Montería y Córdoba.
El escritor se refiere a la desaparición de la política y al ejercicio de la administración pública como quehaceres intelectuales y sociales, porque son actividades que hoy  se encuentran reducidas a algo insustancial, en donde todo es apariencia, llegando al extremo de confundirse con el juego y la ramplonería.
Desde esta perspectiva, podríamos citar, por ejemplo, todas las "etiquetas", “slogan” o "lemas publicitarios" de los políticos y administradores públicos locales, algunas ridículas, como "La Ñoñomanía", y otras no menos ridículas, pero igualmente insustanciales y demagógicas, como la que identifica a los objetivos de la alcaldía: "Montería progreso para todos" o a la gobernación: “Guerra frontal a la pobreza”.
Desde la mirada de Vargas Llosa con estas consignas los políticos, alcaldes y gobernantes creen acercarse al pueblo, cuando la verdad es que nada de eso tiene repercusiones serias en la marcha de la sociedad. Y eso son nuestros alcaldes y gobernantes, personajes inmersos en un mundo de cosas light, superfluas, en la que prima la apariencia, la frivolidad, la forma más que el contenido, en donde lo popular ha sido sustituido por lo populachero. Y lo grave es que el pueblo les cree.
De modo que leyendo a Vargas Llosa he entendido por qué el alcalde de Montería y el Gobernador de Córdoba ocuparon en el 2012 los primeros puestos con imagen positiva. Porque han logrado castrar al pueblo de su alma y de su poderío ofreciéndoles un mundo de cosas veleidosas e insustanciales.

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