Llama
la atención el interés que por estos días ha expresado el gobierno municipal hacia la necesidad de que
Montería vuelva a mirar hacia el río Sinú.
Quienes nacimos y crecimos en medio
de esta cultura sinuana y anfibia sabemos que el Sinú no es una simple
corriente zigzagueante de agua dulce a la que hay que querer solo por estos días
de feria y reinado, sino desde lo ambiental, lo ecológico, lo social y lo
cultural.
Es
evidente que Montería en los últimos años ha crecido urbanísticamente, pero lo
ha hecho de espaldas al río y sin cohesión social. Por eso, para que la ciudad vuelva
a mirar al Sinú se requiere de políticas integrales en las que se comprometa el
gobierno, la academia, la sociedad civil, los gremios de la producción y el
ciudadano de la calle.
El
otro problema es la muerte sistemática y silenciosa del Sinú; el río está
enfermo, se está muriendo biológicamente, y la responsabilidad es compartida. Lo está matando la hidroeléctrica de Urrá, es
cierto, pero también los hacendados que secan ciénagas para extender las alambradas de sus propiedades, los finqueros que le cambian el cauce a los caños y quebradas que
lo nutren para no afectarse por las inundaciones; pero también lo está matando
las toneladas de basuras que diariamente vierten los habitantes de los
municipios ubicados en su zona de influencia. De modo que salvar el río Sinú no
debe obedecer a la calentura de la
jarana de la feria y el reinado, salvar el Sinú es una responsabilidad social
que solo es posible, por demás, si se implementan políticas públicas e integrales desde el
gobierno para afrontar el problema. Lo demás es flor de un día.
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