Se
celebró el 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente. Lo primero que hay que
decir es que no se trata de la mitad del ambiente sino del ambiente completo. Ni
tampoco de una simple relación entre el hombre y la naturaleza sino de una
categoría que requiere cohesionar lo natural, con la cultura, la sociedad, la
economía, la política y la ciencia.
Por eso no podemos caer en la trampa de creer
que hay que cuidar el planeta y la naturaleza solo para que otros lo exploten y aprovechen en forma irracional,
es tanto como creer que hay que reciclar solo para que las grandes empresas
sigan produciendo y contaminando, cuando lo que hay es que exigirle a las
empresas que no produzcan material reciclable que contamine. Hay es que cuidar
el ambiente en todo su contexto y en beneficio de todos los seres humanos y no de
unos pocos empresarios que pretenden dominar el mundo.
En
esta dirección Córdoba es un mal ejemplo, aquí los poderosos se roban las
ciénagas, desvían caños y quebradas, traen especies exóticas, como la palma africana, la acacia mangium y los búfalos, especies que
acaban nuestra biodiversidad; convirtieron y convierten la biodiversidad en monocultivos y sabanas, matando de paso la
riqueza biológica y haciendo aumentar la temperatura, solo para desarrollar la
ganadería extensiva, sin pensar que después de las sabanas vendrán los desiertos.
De modo que una manera de celebrar el
Día Mundial del Ambiente es empezar por
convencernos que nuestra riqueza no está en la ganadería, ni en los caballos de paso
fino, ni en el búfalos, ni en los monocultivo, sino en nuestra biodiversidad y en
nuestra cultura nativa. Y estas nos pertenecen a todos.
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